¿Quién es el que tiene un “mal comportamiento”?
Los niños pueden ser muy tiernos, pero también pueden ser desordenados y ruidosos, y hacer muchas cosas que no nos agradan. Los pequeños requieren nuestra atención, cuidado y cariño mucho más de lo que, a veces, algunos adultos están dispuestos a ofrecer. No podemos esperar que los niños se comporten como adultos pequeños ni que se queden mucho tiempo en un mismo lugar.
Es importante reevaluar las situaciones con un poco más de paciencia antes de afirmar que un niño se está portando mal. Quizá simplemente se está comportando como un niño sano, vivo, enérgico y curioso con conductas típicas de su edad. De esta manera, puede ser uno mismo el que está teniendo un mal comportamiento al no ser lo suficientemente tolerante.
Modula la estimulación que recibe el niño
La estimulación es muy buena para los niños. Un ambiente rico y diverso en estímulos puede permitir que el pequeño obtenga más experiencias del entorno y aprenda a gran velocidad. Sin embargo, cualquier exceso puede ser perjudicial:
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Un ambiente demasiado cargado de estímulos (ruido, luces, actividad excesiva, etc.) puede sobrepasar la capacidad de los niños para afrontarlos, crear confusión y dar lugar a la manifestación de signos de sobreexcitación y ansiedad.
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Por otro lado, una estimulación muy baja puede generar aburrimiento. Actividades como hacer trámites con los padres o ir de compras pueden ser un gran fastidio para un niño. En estos casos, es normal que el pequeño reaccione de modos que podríamos calificar como “mal comportamiento”, ya que su umbral de paciencia y tolerancia a la inactividad no es el mismo que el nuestro.
En resumen, antes de decidir si tu hijo se está portando mal, tómate un minuto para observar las circunstancias presentes y responder estas cinco preguntas:
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¿Está el chico cansado, muy aburrido o tiene hambre?
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¿Tendrá algún problema médico o le estará sentando mal la medicación?
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¿Se le explicó y enseñó cómo debía comportarse en esta situación?
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¿Estoy esperando el comportamiento que es adecuado para su edad y etapa de crecimiento?
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¿Está sobreestimulado o, todo lo contrario, muy poco?
A veces, la situación es más compleja de lo que parece y un pequeño cambio en el contexto puede solucionar el problema y conseguir que el niño sea más feliz y que el adulto esté más relajado.
Técnicas de reforzamiento positivo
Las técnicas de reforzamiento son uno de los pilares en cuanto a estrategias de modificación de conducta en niños. Estas técnicas no sólo sirven para evitar problemas de conducta, sino que también pueden utilizarse para instaurar nuevos comportamientos deseados. Pueden ser útiles para padres, maestros y cualquier persona que trabaje o esté en contacto con niños.
Su funcionamiento es muy sencillo: se deben recompensar los buenos comportamientos que presenten los niños e ignorar por completo las conductas problemáticas.
Recompensar los buenos comportamientos:
Se pueden utilizar innumerables variantes para el reforzamiento positivo. Siempre tiene que tratarse de algo que el niño disfrute y valore como premio: un elogio, un cariño o una sonrisa pueden ser excelentes reforzadores positivos, así como diversas actividades (ir al parque, jugar en el patio, visitar el zoológico, ver una película, etc.) o incentivos materiales (un juguete, por ejemplo).
Es importante mostrar gratitud con los niños y mostrarles que estamos orgullosos de sus logros. De esta manera, no sólo aumentará la probabilidad de que el buen comportamiento se repita, sino que se cimentarán unas bases de autoestima más fuertes.
Ignorar los malos comportamientos:
Es importante aclarar que los niños necesitan y desean atención por parte de los adultos. Por eso, la atención siempre funcionará como un reforzador positivo, aún si es utilizada de manera negativa, como en un castigo o reprimenda.
Si respondemos al mal comportamiento con atención, lo que obtendremos será más comportamiento negativo, mientras que, si prestamos atención a un buen comportamiento, obtendremos más de éste. Si ignoramos una mala conducta y esperamos a que se presente una deseable, con el tiempo, lograremos aumentar la frecuencia de esta última. Probablemente, lo más difícil sea tolerar un comportamiento indeseado, por lo que esta técnica requiere un extra de paciencia, pero el resultado lo vale.
Las técnicas de reforzamiento tienen muy buenos resultados si son aplicadas correctamente y con criterio. Es importante entender que no todos los niños son iguales, y que los reforzadores que pueden funcionar para unos pueden no hacerlo para otros. Ante todo, es fundamental tener perseverancia, ser constantes y coherentes con el método, y armarse de mucha paciencia y cariño.
El siguiente vídeo ilustra las técnicas tratadas en el artículo de un modo muy interesante y, a la vez, nos hace revisar críticamente nuestros estilos de crianza. También se repasan algunos aspectos acerca de las expectativas que de un niño de determinada edad se deben (o no) tener.