Introducción
Ahora que empezamos el segundo trimestre en las escuelas, y los niños ya están adaptados, es importante recordar que es necesario detectar de forma precoz las dificultades en la adquisición de las habilidades académicas: lectura, comprensión lectora, escritura y cálculo. Es la forma de poder avanzarnos a la aparición de posibles trastornos del aprendizaje.
Los padres no somos expertos en aprendizajes y, en las escuelas, los maestros tienen muchos niños y escasos recursos como para poder detallarnos de forma específica su avance tanto académico, emocional como social.
Los trastornos del aprendizaje son disfunciones específicas en áreas cerebrales específicas. Estas disfunciones provocan dificultades desproporcionadas y desmedidas en algún aprendizaje concreto. Los estudios con resonancias magnéticas funcionales nos han permitido saber que estas disfunciones se pueden mitigar en trastornos menos severos e incluso revertir si se realiza un trabajo intensivo (solo en el caso de detecciones precoces).
Ahora que conocemos que nuestro cerebro tiene áreas más desarrolladas y otras que menos y, lo más importante, ahora que somos conscientes de que cuando somos pequeños el cerebro es plástico y se puede entrenar, es imprescindible dar aviso a la familia cuando vemos que al niño le está costando más de la cuenta la adquisición de alguna habilidad.
Desde la vertiente clínica nos preocupa que los diagnósticos, a pesar de todo lo que ya se sabe, todavía sean tan tardíos y todavía se den mensajes del tipo: “el niño es todavía pequeño y tenemos que esperar”, “que la dislexia no se puede diagnosticar hasta cuarto de primaria”, “que el niño ya madurará” o “que ya veremos cuando sea mayor si eso le cuesta todavía”. Nos encontramos, por lo general, que las familias no reciben las alertas desde las escuelas hasta cuarto, quinto o sexto de primaria.
Estos diagnósticos tardíos provocan que los niños no sepan qué les ocurre cuando ya están cansados, saturados y, por tanto, desmotivados en el ámbito escolar, ya que no han podido avanzar al ritmo que tocaría.
El hecho es que la intervención en este momento no es igual de eficaz que en etapas tempranas. Las intervenciones en etapas escolares más avanzadas se plantean diferente, pues existen evidencias científicas que demuestran que, en estas edades, el cerebro ya no es tan plástico. Por lo tanto, la reeducación en este momento ya toma otro enfoque y tratará de compensar los déficits con herramientas tecnológicas que ayuden al niño a gestionar y potenciar sus puntos fuertes. Este tipo de intervención recibe el nombre de reeducación compensatoria, y a diferencia de la reeducación en etapas tempranas, no puede llegar nunca a modificar los déficits del niño, sino como el mismo nombre dice, los intenta compensar con otros mecanismos.
Los profesionales del sector estamos acostumbrados a tratar con los familiares de los niños que han descubierto los déficits en estas etapas escolares más avanzadas, cuando la intervención solo puede compensar las dificultades del menor, no corregirlas. La frustración de los padres por no haber sido capaces de detectarlo a tiempo, acostumbra a ser un denominador común. Es por eso que con este artículo queremos animar a profesores y escuelas a avisar a las familias, cuanto antes, sobre la eventual dificultad que un niño pueda presentar durante el proceso de aprendizaje. El tiempo ganado gracias a un aviso temprano es de vital importancia a la hora de avanzarnos en el déficit. Pensamos, además, que el déficit no solo afectará al niño a nivel cognitivo, sino que le afectará indefectiblemente a nivel emocional: el niño tomará conciencia de que necesita un esfuerzo extra para llegar al nivel del resto del grupo, causando un desgaste y cansancio que, a la larga, provocará dejadez en sus estudios, no por falta de voluntad sino por falta de resultados.
Las etiquetas que el grupo o el propio niño se pondrá en esta etapa (“soy el tonto de la clase”) costarán mucho sacar de cara en un futuro. En este sentido, una intervención precoz será de enorme ayuda, pues cada etapa educativa finalizada sin el oportuno diagnóstico y el correspondiente tratamiento se solapará con la siguiente etapa, donde las antiguas dificultades se sumarán a las nuevas, desembocando en un fracaso escolar estrepitoso y, lo que es peor, con un niño que no querrá poner los pies en la escuela.
Los niños que muestran una primera sintomatología en trastornos del aprendizaje y/o la conducta pueden presentar déficits en diferentes áreas específicas del cerebro: lectura, lenguaje, cálculo y funciones ejecutivas o atencionales. A continuación especificaremos las características que nos pueden hacer sospechar de la presencia de estas dificultades.
Signos de alerta para un trastorno de la lectura
Los signos de alerta que nos harían pensar en un posible trastorno de la lectura (dislexia) en educación infantil, son que presente dificultades en:
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Errores fonéticos y/o fonológicos en el lenguaje expresivo.
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Evocación de léxico específico.
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Manipulas los fonemas de las palabras a nivel oral (contar los sonidos, quitarlos, añadirlos. buscarlos, etc.).
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Reproducir o memorizar rimas.
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Aprender las letras, asociar grafema-fonema y enlazar los sonidos de las palabras.
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Aprender las secuencias: días de la semana, contar, etc.
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Denominar colores, dibujos, nombres, etc.
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Antecedentes familiares de dislexia.
Signos de alerta para un TDAH
Por otro lado, los síntomas que nos pueden hacer sospechar la presencia de un TDAH predominante inatento o combinado son aquellos en los que el niño:
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Le cuesta mantener la atención en las tareas más tediosas.
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Se despista fácilmente.
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Le cuesta acabar las actividades.
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Se frustra rápidamente.
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Se desmotiva y cansa con facilidad.
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No quiera trabajar ni ir a la escuela.
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Necesita pautas directas para trabajar.
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Le cuesta automatizar los hábitos diarios.
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Tiene dificultades en el control de los impulsos (combinado).
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Le cuesta respetar el turno de palabra.
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Tiene dificultades para estar sentado correctamente i escuchar (combinado).
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Está muy quieto y nervioso (combinado).
Signos de alerta para un trastorno de cálculo
En cuanto a las habilidades matemáticas, los síntomas a detectar corresponden a dificultades en:
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Contar utilizando el dedo i haciendo la correspondencia dedo-objeto.
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Contar oralmente hasta 10, copiar los números.
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Saber qué es más pequeño o más grande, más largo o más corto.
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Conectar los números con el grupo correspondiente de objetos (representación mental del número con la cantidad de objetos que corresponde).
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Clasificar objetos según sus características y cuando no entiende el significado de contar (por ejemplo, si le pides 5 cosas y te da unas cuantas).
Signos de alerta para un TDL
En el caso de un Trastorno del Desarrollo del Lenguaje (TDL) nos será más fácil porque la primera señal de alarma es que le cuesta desarrollar esta habilidad, es decir, que presenta dificultades en el momento de empezar a reproducir monosílabos, a formar frases cortas, a reproducir sonidos, etc. no lo hacen. Presentan dificultades en mayor o menor intensidad en los siguientes aspectos:
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Evocación de vocabulario (no les salen las palabras o las dicen erróneamente).
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Cometen errores morfosintácticos en la construcción de las frases.
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Les cuesta organizar su discurso.
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Cometen errores fonéticos y/o fonológicos.
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Mezclan idiomas.
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Les cuesta comprender las órdenes.
¿Qué podemos hacer desde la escuela?
Teniendo en cuenta que el tiempo es un factor clave en el proceso de aprendizaje de un niño con trastornos del aprendizaje (TA), es vital que en educación infantil y primaria el profesorado sea capaz de identificar a los alumnos que pueden presentarlos.
En las escuelas necesitamos personas en las aulas con capacidad para distinguir las necesidades específicas de sus alumnos y dar respuestas afectivas y efectivas que garanticen la eficiencia de la función educativa. La neurociencia ha demostrado que determinados aprendizajes culminan con éxito en momentos temporales de la vida de los niños muy determinados. Fuera de estos momentos el aprendizaje, también podrá alcanzarse pero habrá que utilizar más tiempo y el resultado será probablemente menos satisfactorio. Por tanto, la detección temprana servirá para prevenir trastornos aplicando, en estos momentos temporales de consecución de conocimientos, los tratamientos necesarios para paliar los efectos del citado trastorno.
Por otra parte, recordar que diagnosticar precozmente no debe ser sinónimo de sobre-diagnosticar: no se trata de entrar en pánico y empezar a etiquetar a todos los alumnos, de forma indiscriminada. El diagnóstico precoz exige observación atenta, acompañamiento, análisis y cuando no se tienen las herramientas para sacar conclusiones claras con los propios medios, buscar la ayuda de profesionales especializados.
En base a todo lo anterior, animamos al colectivo docente a eliminar prejuicios y a perder el miedo a la hora de iniciar diagnóstico temprano, que seguro evitarán la llegada de diagnósticos tardíos con trastornos más severos. Educación y neurociencia deben ir de la mano para que los niños se desarrollen en las mejores condiciones emocionales, académicas y sociales.
A modo de resumen, el diagnóstico precoz i la evaluación neuropsicológica temprana permitirá:
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Identificar sus dificultades i también sus habilidades/recursos para poder superar los déficits antes de que puedan causar algún impacto negativo en su vida.
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Anticiparnos, aplicando las adaptaciones metodológicas i recursos que necesita el menor para evitar repercusiones en su avance académico.
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Que el niño no vea nimbada su autoestima por prejuicios propios que haga él o su entorno. Aunque recomendamos evitar las etiquetas, lo cierto es que deberíamos de explicar al niño, sin filtros, la existencia del trastorno i como enfocarlo. Si nosotros no les facilitamos una explicación, la buscarán fuera i quizá la información que reciban no será ni exacta ni constructiva. El niño es consciente de sus limitaciones y puede llegar a la conclusión que sí, todo y el esfuerzo, los resultados académicos no llegan es debido a que no es inteligente. Nada más lejos de la realidad, puesto que el ámbito escolar está repleto de niños con trastornos de todo tipo, pero con otras capacidades intelectuales. El niño siempre preferirá saber que no es capaz de lograr los objetivos académicos por un hecho (el trastorno) que no por ser, como se dice vulgarmente, un tonto.
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Cambio muy positivo en el pronóstico ya que el grado de repercusión del trastorno será muy bajo o inexistente si conseguimos revertir-lo del todo.
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Realizar una intervención precoz trabajando los déficits para reactivar el área cerebral que no se activa correctamente.
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Evitar que haya un sobreesfuerzo y cansancio adicional por parte del niño para compensar el déficit.
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Que en casa se sientan fatigados dedicando más horas de lo normal en trabajar para compensar las dificultades.
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Que este trastorno se vuelva más leve en el caso de confirmar-se i por lo tanto mejorar el pronóstico.