Cómo enseñar técnicas de relajación a nuestro hijo
Guía para ayudar a niños a gestionar emociones a través de técnicas de relajación: respiración, relajación progresiva, pasiva y mindfulness.
Cómo enseñar técnicas de relajación
Los niños, al igual que los adultos, pueden encontrarse ante situaciones que generan emociones desagradables como el miedo, la angustia, el enfado o la rabia. Aprender a identificar estas emociones y gestionarlas es de vital importancia para el desarrollo emocional de los niños y niñas. ¿Cómo podemos acompañarles a hacerlo?
La relajación es una herramienta eficaz para aplicar cuando se experimentan emociones desagradables. Tanto es así, que a día de hoy conocemos que, desde que son bebés nuestros hijos/as ya se benefician de estrategias de relajación proporcionadas por el adulto como el contacto físico con la madre, el balanceo suave o poner música tranquila.
A medida que van creciendo, es importante poder acompañarles en el aprendizaje de estas técnicas para que se puedan regular emocionalmente por sí mismos. La finalidad es siempre que los niños aprendan por sí solos a manejar ciertas situaciones y que estas técnicas se conviertan en un recurso propio.
La práctica de estas técnicas de forma conjunta también puede convertirse en un buen contexto para fomentar el vínculo entre progenitores e hijos y actuar como modelo de regulación emocional.
Con el fin de obtener un aprendizaje óptimo, es importante que las estrategias de relajación se entrenen en momentos de calma. Esto facilitará la aplicación de las técnicas frente a situaciones que produzcan malestar. Es como aprender a montar en bicicleta; mejor empezar a practicar por un terreno llano para después poder transitar por caminos con piedras.
A continuación, se expone un esquema general de las principales técnicas de relajación. Hay que tener presente adaptarlas a la edad y necesidades de cada niño:
- Respiración diafragmática: también puede llamarse respirar en cuatro pasos. Se aconseja no tomar mucho aire y mejor respirar por la nariz. Consiste en tomar aire por la nariz, hacerlo llegar hasta el final de los pulmones y notar cómo el abdomen se hincha. Por último, exhalar el aire, contrayendo el abdomen. Resulta más fácil empezar a practicarlo en posición estirada, antes de acostarse, por ejemplo y posteriormente hacerlo sentado
- Relajación progresiva de Jacobson: consiste en aprender a tensar y relajar los distintos grupos de músculos del cuerpo. El objetivo es que el niño conozca la diferencia entre sensaciones de tensión muscular y estado de relajación. Esta práctica es ideal iniciarla hacia los seis – siete años.
- Relajación pasiva: esta técnica trabaja solo la relajación, a diferencia de la progresiva. Por tanto, deja de lado el trabajo de tensión de los músculos, y se dedica solo a la relajación de todo el cuerpo, incluyendo ejercicios para el control de la respiración.
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Mindfulness o atención plena: el objetivo de la práctica es centrar la atención en el momento presente, observando la respiración, sin intentar cambiarla ni modificarla. Simplemente ser consciente de ella. A medida que se practica, se logra llegar a un estado de relajación.
Encontrar un espacio para la práctica diaria, antes de ir a dormir por ejemplo, ayuda a los niños y niñas a disminuir los niveles de actividad y aprender nuevas herramientas para la gestión del malestar emocional.