Glaucoma pediátrico
El glaucoma pediátrico es una enfermedad ocular grave que aumenta la presión dentro del ojo. Afecta a unos pocos recién nacidos y puede causar ceguera si no se trata a tiempo. Los síntomas varían según la edad y pueden ser difíciles de detectar. Los oftalmólogos realizan pruebas para diagnosticar y tratar esta condición, que puede requerir colirios, medicamentos y cirugía. El seguimiento constante es esencial para controlar la presión ocular y prevenir complicaciones. Mantenerse al día con las visitas al oftalmólogo es crucial para la salud visual de los niños.
¿Qué es el glaucoma pediátrico?
El glaucoma es una enfermedad de los ojos, grave y compleja, en la cual se produce un aumento de la presión dentro del ojo. Si el glaucoma no se trata a tiempo, puede causar pérdida permanente de la visión. Esta pérdida visual será mayor cuanto menor sea la edad del niño al comienzo de la enfermedad.
Es una enfermedad poco habitual, que afecta a uno de cada 10.000 a 30.000 recién nacidos. Aunque es poco frecuente, es importante tener en cuenta que el glaucoma pediátrico representa del 4 al 18% de los casos de ceguera infantil.
Cuando afecta a los dos ojos (en tres de cada cuatro casos), el glaucoma puede ser hereditario. La causa más frecuente es una anomalía en el desarrollo de las estructuras del ojo por donde se evacua el líquido que ocupa el interior del ojo (humor acuoso), provocando una obstrucción y, en consecuencia, la retención del líquido y el aumento de la presión en el interior del globo ocular.
Suele ser una patología aislada, pero, a veces, su aparición está relacionada con otras enfermedades oculares o generales, pediátricas.
¿Cuáles son sus síntomas?
Los síntomas del glaucoma pueden variar dependiendo de la edad del niño. Los recién nacidos pueden tener los ojos más grandes de lo normal o las córneas pueden verse nubladas o azuladas. Los bebés mayores muestran una sensibilidad excesiva a la luz o lagrimeo constante. Los niños mayores pueden no tener síntomas, y el glaucoma sería detectado durante un examen ocular de rutina.
Aunque la detección temprana del glaucoma infantil es fundamental para prevenir la pérdida de visión, no siempre se manifiesta de forma evidente, por lo que es difícil de diagnosticar si no es explorado por un especialista. Por ello, es importante hacer revisiones periódicas con el pediatra y consultar cuando haya algún síntoma sospechoso.
¿Cómo se diagnostica?
El oftalmólogo puede realizar diferentes pruebas para diagnosticar el glaucoma pediátrico, con el objetivo de medir la presión dentro del ojo, revisar su tamaño y el de la córnea, examinar el estado del nervio óptico o, en niños ya mayores, realizar un estudio de la visión y del campo visual.
En algunos casos, puede ser necesario sedar al niño para relajarlo y poder realizar estas pruebas.
¿Cuál es su tratamiento?
El tratamiento del glaucoma pediátrico pretende reducir la presión dentro del ojo para prevenir el daño del nervio óptico y conservar la visión.
En la mayoría de los casos, el tratamiento se inicia con colirios o incluso con medicamentos por vía oral. Pero también se suele necesitar un tratamiento quirúrgico. Existen distintas técnicas quirúrgicas, la elección de una u otra dependerá del tipo de glaucoma, de la edad del niño y de la experiencia del cirujano.
El seguimiento de estos niños ha de prolongarse durante toda su vida, para controlar la evolución de la presión en el ojo. Hay que tener en cuenta que, en ocasiones, pueden necesitar varias intervenciones y, a veces, puede volver a producirse un aumento de la presión incluso años después de haber sido operado.
De igual forma, hay que controlar periódicamente su capacidad visual y adaptar la corrección óptica adecuada.
¿Qué otras cosas hay que tener en cuenta?
Si el niño ha sido diagnosticado de glaucoma pediátrico, es importante seguir las recomendaciones del médico y administrar el tratamiento según lo indicado. Las visitas regulares al oftalmólogo son muy importantes para controlar la presión del ojo y la visión del niño.