La influencia del entorno en el asma infantil
Las sociedades están en constante evolución. Pero no todos los cambios de hábitos que integramos en nuestro día a día son gratuitos. Algunos de los cambios que se han producido en nuestra manera de vivir son la causa principal que ha propiciado el aumento de patologías en la población infantil como la obesidad, la diabetes o el asma.
Cada vez somos más conscientes de que el entorno y la forma como nos relacionamos influye en la salud, y todos los expertos coinciden en que esta es la explicación del aumento experimentado en los últimos años para el asma. Una patología que se desencadena precisamente cuando determinados aspectos ambientales actúan sobre nuestros genes.
Es alarmante constatar que el número de afectados por asma se ha cuadruplicado en sólo dos décadas, un periodo de tiempo tan corto que, desde el punto de vista científico, hace inviable cualquier otra justificación más allá de la influencia que el medio ambiente ejerce en los genes.
Los niños, por sus propias especificidades, son precisamente los que salen peor parados: uno de cada diez padece asma, una proporción superior a la que se da entre la población adulta, lo que la convierte en la enfermedad crónica más frecuente en la infancia.
La contaminación y el tabaco, principales enemigos de la salud respiratoria infantil
La exposición al humo del tabaco, incluso durante el embarazo, y la polución atmosférica, son las principales agresiones con las que deben convivir los niños. Además del asma, los niños sufren múltiples problemas respiratorios y, como señaló el coordinador del Grupo de Vías Respiratorias de la AEPap, el Dr. Manuel Praena, los menores de tres años tienen una prevalencia de síntomas respiratorios similares al asma o incluso superior, ya que hasta un 30% de los niños de esta edad presenta tos y sibilancias, acompañadas o no de dificultad respiratoria.
La evidencia existente entre contaminación del aire y las muertes respiratorias en el período post neonatal es, en opinión de Cristina Martínez, suficiente para inferir una relación causal. Así, tampoco hay dudas, tal y como explicó de forma detallada el Dr. Praena, de la relación entre los niveles de contaminación y el bajo peso al nacer.
Pero los adultos también somos, en parte, responsables del aire que respiran nuestros hijos. De hecho, un 46% de la contaminación que reciben proviene de sus hogares, y un 32%, de la escuela, lo que no debe extrañarnos si pensamos que los niños pasan un 80% de su tiempo bajo techo.
La presidenta de la FAME destacó que, si bien un 55% de las embarazadas deja de fumar, sólo un 27% lo hace de forma definitiva. A este porcentaje, habría que añadir que el 53% de las parejas también fuma. Y todo ello a pesar de que está fehacientemente demostrado que las consecuencias negativas del humo del tabaco en la gestación pueden llegar a la segunda generación.
La pobreza también es un factor de riesgo para la combinación de elementos que favorecen la aparición del asma, como viviendas de peor calidad situadas en vías de tráfico intensas, peor calidad de alimentos y carencia de conocimientos sobre hábitos saludables, todos ellos factores que pueden aumentar la posibilidad de desarrollar asma. Además, las familias desfavorecidas tienen menos oportunidades de salir de las ciudades.
La salud respiratoria infantil: una responsabilidad de todos
La salud es una responsabilidad individual y social. Esto nos lleva a plantear un cambio de hábitos en las familias, pero también a exigir a los representados públicos que protejan la salud infantil porque, en realidad, sólo la suma de todas estas acciones permitirá que nuestros niños y niñas crezcan sanos.
La contaminación de las ciudades, que no deja de ser el resultado de una conducta social, ya que un 80% se debe al tráfico rodado, conforma un entorno nocivo que modula e influye en la salud de los niños y niñas, no sólo en el presente sino que sus efectos perduran a lo largo de la vida.
Ante esta situación de empeoramiento progresivo de la salud respiratoria infantil, habría que plantearse en qué condiciones mejoraría.
Está demostrada de forma empírica la relación existente entre la disminución de la contaminación y la mejora de la salud respiratoria, como se puso de manifiesto en un estudio del CREAL en la ciudad de Barcelona. Asimismo se ha realizado una investigación con grupos de individuos de una misma población en California, que acaba de ser publicada en The New England Journal of Medicine. El estudio, que abarca de 1995 a 2010, muestra la evolución inversa entre la reducción de la contaminación ambiental en tres cohortes de cinco ciudades y el aumento de la función pulmonar de los participantes.
En consecuencia, las divergencias de criterio existentes entre Europa y Estados Unidos a la hora de señalar cuáles son los límites nocivos en la contaminación, tal y como señaló Martínez, no deberían hacernos olvidar que la contaminación es perjudicial para la salud de todos y, muy especialmente, para la salud de los niños y niñas.