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Imagen de Catarroja inundada por la DANA, Valencia 2024 - Imagen de Wikimedia, de Manuel Pérez García y Estefania Monerri Mínguez. CC BY-SA 4.0

Pautas para familias afectadas por la Dana 2024

Imagen de Catarroja inundada por la DANA, Valencia 2024 - Imagen de Wikimedia, de Manuel Pérez García y Estefania Monerri Mínguez. CC BY-SA 4.0

Desde el 29 de octubre de 2024 nos estamos enfrentando a situaciones devastadoras en los alrededores de Valencia, pero también en otras zonas de la vertiente mediterránea y el sur del país, con un gran número de personas fallecidas y un nivel de destrucción desconocido por su virulencia.

 

A menudo, ante tanto dolor, las familias se sienten desbordadas y llenas de preguntas. Tanto si se han visto afectadas de forma directa, como si “sólo” han sido testigos de lo ocurrido a través de los medios de comunicación, se preguntan cómo abordar lo ocurrido.

 

En este artículo se ofrecen principios de actuación y pautas para acompañar de forma adecuada a los niños y los adolescentes, diferenciando tres grupos de afectación por el impacto sufrido:

 

  1. Familias en las que se haya producido el fallecimiento de una persona cercana.
  2. Familias que no han vivido la muerte o desaparición de una persona cercana, pero han sufrido la destrucción de la vivienda.
  3. Familias que, sin estar en los grupos anteriores, han sido testigos de la catástrofe natural, ya sea sobre el terreno o “sólo” por los medios de comunicación.

Esta división se realiza únicamente con fines didácticos: desgraciadamente existen familias, y no son pocas, en las que se suman los grados de afectación. Una familia puede haber tenido que vivir la muerte de un familiar, haber perdido la vivienda y estar preocupada por el futuro laboral de los cuidadores principales.

 

Antes de comenzar, una idea válida para todos y todas: ante el sufrimiento y la destrucción que estamos viendo, muchos adultos sienten una pena infinita y desean proteger a sus menores del contacto con esas noticias. Es bueno, sin duda, protegerles de la sobreexposición a la información y a ciertas imágenes. Pero es imposible que nuestros niños, niñas y adolescentes no sepan lo que ha ocurrido y ante este escenario es mucho mejor optar por acompañarlos para que puedan entender eso que ven y oyen, cada uno con acuerdo con su grado de cercanía a lo sucedido y de acuerdo con su edad y madurez cognitiva.

 

Pautas para las familias en las que ha fallecido (o desaparecido) una persona cercana

En el momento de la publicación de estas pautas, seguramente las familias que ya tienen confirmado el fallecimiento de un familiar se lo habrán comunicado a los menores. No obstante, es importante que puedan tomarse un momento para reflexionar con calma sobre este hecho para afrontarlo y tratar de acompañarlos en este proceso.

 

Es importante mencionar que el objetivo de las intervenciones sobre el duelo en población infantil no es ni debe ser obviar la tristeza de la pérdida. Ésta no sólo es inevitable, sino también es el reconocimiento de la importancia del vínculo con la persona muerta. Por el contrario, buscamos validar y normalizar estos sentimientos, lograr que los niños puedan aceptar la muerte como parte de la vida y aprendan a hacerle frente sin miedos asociados a ella.

 

En esta reflexión deben caber dos ideas: 

  • El hecho de la muerte en sí y de lo que significa, sobre todo en cuanto a su irreversibilidad.
  • El motivo de la muerte, en este caso asociado a la catástrofe natural causada por la DANA.

 

El concepto de la irreversibilidad de la muerte se desarrolla entre los 4 y los 6 o 7 años, dependiendo de cuándo los menores experimentan la primera pérdida en su círculo cercano, ya sea de una persona o de una mascota. Antes de esta franja de edad, por razones evolutivas, no hay comprensión del hecho de la muerte física y a partir de los 8 años, aproximadamente, los niños entienden la muerte como los adultos, aunque la vean muy lejana. Los adolescentes sí entienden la muerte como lo hacemos los adultos.

 

El concepto de la irreversibilidad de la muerte es crucial para poder seguir adelante comenzando las tareas del duelo. Por ello, y con independencia de las creencias religiosas o personales de cada familia, hay que aclararles a nuestros niños que no vamos a volver a ver a la persona fallecida, al menos no en la forma como lo hacíamos antes. En este artículo se puede leer como tratar el tema de la muerte con los niños.

 

El segundo aspecto, el por qué de las muertes en las inundaciones de Valencia, es más complejo y difícil de explicar. Nuestro relato puede incluir las siguientes ideas:

 

  • sabemos que la persona fallecida estaba en tal sitio llevando a cabo tal actividad, la que fuera.
  • sabemos que la tormenta fue muy, muy fuerte, mucho más que una tormenta normal.
  • sabemos que por eso el lugar en dónde estaba el familiar se llenó de agua muy deprisa, de forma que no pudo ponerse a salvo y como había tanta agua ya no pudo respirar más y falleció.

Un principio básico del trabajo con niños es no mentirles nunca, porque acaban por descubrir la verdad antes o después y entonces sienten que les hemos fallado. Sin embargo, no hace falta añadir detalles que hagan el relato de lo ocurrido aún más doloroso. Por tanto, aconsejamos reducir la explicación a lo esencial, sin mentir, centrándonos en el hecho de que ni la propia persona ni nadie pudo evitar lo que pasó y que ahora debemos despedirnos de esa persona y seguir nuestro camino sin ella. Eso sí, si los niños implicados formulan preguntas, deben contestarse de forma sincera y concisa a la vez.

 

De forma general, aconsejamos que:

  • Las respuestas que ofrezcamos a los niños y adolescentes sobre el por qué ha ocurrido esta catástrofe se basen al máximo en los hechos conocidos y no en interpretaciones, bulos, rumores o similares.
  • Se subraye lo excepcional del fenómeno meteorológico, que explica porque ha sido tan destructivo.
  • Validemos los sentimientos y los miedos que nos expresan los niños. Fruto de la empatía y del cariño a veces intentamos convencer a los pequeños de que no pasa nada. Pero eso no suele funcionar y únicamente desconfirma las emociones que están experimentando.
  • Nos centremos en el afrontamiento de lo ocurrido y en la recuperación de todos, a pesar de las pérdidas, en lugar de debatir si se pudo evitar o minimizar la desgracia y en lugar de buscar culpables. Este debate, seguramente necesario para los adultos, sólo resulta angustiante para los niños. En este artículo podréis consultar unas pautas adicionales para aquellas personas que tienen personas desaparecidas.

 

Pautas para las familias que, sin víctimas mortales, han perdido o visto destruida la vivienda

 

La pérdida del hogar familiar es un factor de impacto extremo, tanto para niños como para adolescentes y adultos. No sólo desaparecen pertenencias y recuerdos, sino que se dificultan o imposibilitan las rutinas del día a día, algo que siempre resulta difícil para los más pequeños de la casa y dificulta la recuperación de los niños y niñas más mayores y adolescentes.

 

Para acompañarlos en este proceso, aconsejamos tener en cuenta algunas pautas:

  • Ofrecer toda la información sincera que se tiene sobre el estado de la vivienda, sobre los plazos de reconstrucción y responder a lo que pregunten. No es útil añadir más información de la que nos solicitan.
  • No hacer falsas promesas. Es preferible contestar que no sabemos algo y comprometernos a ir actualizando cómo van las cosas cada vez que dispongamos de información nueva.
  • Validar todos los sentimientos de frustración, rabia, enojo y miedo que nos expresen, con calma y empatía y sin intentar “solventar” esas sensaciones.
  • Una vez validados los sentimientos (¡y sólo entonces!) tratar de enfocarnos lentamente hacia el futuro, en lugar de dar vueltas a lo ocurrido.
  • No es aconsejable decir ni a los niños ni a los adolescentes que deben estar “contentos” o “agradecidos” de estar vivos y “sólo” haber sufrido pérdidas materiales. Éste puede ser un razonamiento que ofrece consuelo a los adultos, pero en el caso de los niños sólo culpabiliza y genera incomprensión.
  • Habrá una pregunta o un comentario recurrente en la mayoría de las familias acerca de si lo ocurrido puede volver a suceder. Es importante que nuestra respuesta logre el equilibrio entre subrayar el carácter excepcional del fenómeno natural que ha dado lugar a estas inundaciones y no hacer falsas promesas. No han sido unas lluvias “normales”, pero no podemos prometer ni que no vayan a producirse nunca más, ni afirmar que a partir de ahora siempre va a llover así. Un concepto que nos puede ayudar en este contexto es el de la prevención: una vez visto lo que puede ocurrir, todos podemos aprender qué nos ayuda en estas situaciones y qué debemos evitar. 

Calle inundada por los efectos de la DANA 2024 - Imagen de Wikimedia, de De Manuel Pérez y Estefania Monerri.

Calle inundada por los efectos de la DANA 2024 - Imagen de Wikimedia, de De Manuel Pérez y Estefania Monerri.

 

Pautas para familias sin pérdidas humanas ni materiales, pero que han sido y son testigos de la catástrofe

 

Erróneamente, alguien podría pensar que en una familia que ni ha sufrido pérdidas humanas ni se encuentra con su vivienda destrozada, los niños seguro que “están bien”.

 

Es indudable que el grado de afectación es menor que en los casos anteriormente descritos. Pero los niños “no están bien”, porque ser testigos de una catástrofe natural hace que ellos (y nosotros) nos demos cuenta de que no tenemos tanto control sobre nuestra vida como nos gustaría pensar.

 

Ver que aquí, en nuestro país, en un lugar que ellos y ellas quizá han visitado o dónde tienen amigos, las personas pueden morir por unas inundaciones o pueden quedarse sin su casa es algo que inquieta profundamente y puede generar una respuesta de estrés.

 

Para afrontarla de la mejor forma, aconsejamos tener en cuenta las siguientes pautas:

  • Una vez más, validar los sentimientos de los niños, pero subrayando el carácter excepcional de las inundaciones sufridas y expresando el deseo que en nuestro pueblo o en nuestra ciudad esto no pase.
  • No reforzar las actitudes de miedo y de evitación. Una cosa es que podamos entender que tras la catástrofe vivida todos nos asustamos un poco más que antes cuando oímos tronar, pero otra es acobardarnos ante situaciones que no representan en absoluto un riesgo.
  • Es aconsejable, como ya se ha mencionado, contestar siempre todas las preguntas que nos formulen, pero sin ir más allá de lo que nos han preguntado.
  • Una forma muy útil y sana de reconducir las preocupaciones derivadas de ser testigos de una catástrofe es proponer un ejercicio de empatía, pensando, por ejemplo, en los niños de las zonas más afectadas y en lo que les podría ayudar a soportar su dolor. Iniciativas solidarias, como las de niños de zonas no afectadas enviando dibujos a niños de zonas afectadas, enriquecen, educan y alivian a todos los implicados.

 

Para acabar, cabe destacar dos ideas importantes válidas para todos los afectados, ya sean niños, adolescentes o adultos. En primer lugar, es importante saber que la respuesta inicial a una catástrofe, u otra situación de impacto, es siempre muy intensa, pero eso no significa que la persona vaya a desarrollar secuelas por lo vivido.

 

Entre el momento del impacto y la aparición de esas secuelas, ya sean estrés postraumático, ansiedad o un duelo cronificado, hay una ventana de oportunidad para realizar un acompañamiento proactivo que minimice el riesgo y que con unas pautas concretas puede reforzar la capacidad de afrontamiento personal, familiar y de cada comunidad.

 

La segunda idea es que, por experiencia en catástrofes anteriores, sabemos que a menudo las personas y las comunidades afectadas esperan demasiado para solicitar pautas de ayuda enfocadas a su recuperación emocional. Cuanto antes se afrontan los componentes emocionales de este tipo de situaciones, mejor es la evolución y, generalmente, con poca dedicación se evita mucho sufrimiento.

 

Nadie tiene por qué saber cómo afrontar estas “reacciones normales a situaciones anormales”, pero todos podemos solicitar y recibir información acerca de qué podemos hacer para contribuir a nuestra recuperación sin secuelas.

Imagen de portada de Manuel Pérez García y Estefania Monerri Mínguez. - Generosamente donado por sus autores, ciudadanos de la ciudad de Catarroja., CC BY-SA 4.0.

Esta información es de carácter divulgativo y no sustituye la tarea de los equipos profesionales de la salud. Si necesitas ayuda, ponte en contacto con tu profesional de referencia.
Publicación:  07/11/2024 Última modificación:  11/11/2024
apoyo psicológico · duelo · catástrofe natural · primeros auxilios psicológicos
Ingeborg Porcar
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Psicóloga (PhD). Directora de la Unidad de Crisis y Conflictos de Barcelona (UTCCB). Unidad de Crisis y Conflictos de Barcelona (UTCCB)
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