Qué hacer y qué no hacer ante un niño que ha sufrido un síncope (desmayo)
El síncope es una pérdida de la conciencia y del tono muscular de inicio brusco, de breve duración y con recuperación rápida. Como adultos, ante un niño que se ha desmayado, ¿cómo debemos actuar?
¿Qué es un síncope?
El síncope (también conocido como desmayo, desvanecimiento, lipotimia o vahído) es una pérdida de la conciencia y del tono muscular de inicio brusco, de breve duración (generalmente segundos) y con recuperación rápida.
Antes de desmayarse, la persona que lo sufre suele sentir manifestaciones como palpitaciones, sudoración fría, náuseas, pérdida de visión o visión nublada, zumbido en los oídos y sensación de debilidad muscular.
Aunque la recuperación de la conciencia suele ser rápida, es frecuente que durante las horas siguientes la persona que lo ha sufrido presente dolor de cabeza, sensación de mareo y aturdimiento.
Los síncopes son más frecuentes en adolescentes, sobre todo en el sexo femenino, y se estima que entre un 15 y un 25% de los adultos jóvenes lo han experimentado al menos una vez en su infancia o adolescencia.
¿Cuáles son sus causas?
En la mayoría de los casos se deben a una bajada transitoria de la tensión arterial que no está producida por ninguna enfermedad del corazón.
Tienen diversos desencadenantes, algunos de ellos muy típicos y conocidos: la visión de sangre, el dolor propio o ajeno, el ayuno prolongado, la falta de sueño, permanecer durante mucho tiempo de pie o en lugares muy concurridos y con mucho calor en el ambiente, los cambios de postura bruscos (sobre todo al levantarse de la cama), etc.
A pesar de esta aparente benignidad, hasta que se realiza una valoración médica para descartar que los síncopes tengan otra causa, pueden generar una gran angustia familiar y personal y conducir a una restricción de la actividad física y absentismo escolar.
¿Cómo evalúa el médico la causa de los síncopes?
El objetivo de la evaluación de una persona que ha sufrido un síncope es diferenciar al paciente con una causa benigna, la mayoría de los casos, de aquel con una causa potencialmente grave o mortal (síncopes cardiacos).
En primer lugar, mediante la entrevista con el paciente. La descripción que realizan tanto él como las personas que lo presenciaron ofrece la información más importante para identificar un síncope de causa benigna.
Mediante la exploración física y técnicas diagnósticas como el electrocardiograma y la ecocardiografía pueden descartase algunas enfermedades cardiacas que pudieran haber producido el síncope.
En algunos casos muy concretos puede estar indicado realizar otras pruebas diagnósticas, como la ergometría (prueba de esfuerzo cardiaca), el estudio electrofisiológico o la prueba de mesa basculante.
¿Cuál es el tratamiento de los síncopes?
Los síncopes no debidos a una enfermedad, que son la mayoría de los casos, no precisan ningún tratamiento.
Su evolución natural es a la mejoría con el paso del tiempo. Durante los siguientes años desde su aparición se hacen menos frecuentes y los mareos menos intensos.
No obstante, es importante ofrecer a las personas que los han sufrido en varias ocasiones una serie de recomendaciones para intentar que tengan la menor repercusión posible sobre su calidad de vida.
Consejos para los pacientes con síncopes:
Es importante saber que no se trata de ninguna enfermedad, sino de un trastorno transitorio de la regulación de la presión arterial que suele presentarse con mayor frecuencia durante la adolescencia y que tiende a mejorar con el paso del tiempo.
Hay que evitar situaciones desencadenantes del mareo y los síncopes: lugares cerrados, muy frecuentados y poco ventilados donde haga calor, la visión de sangre o de heridas…
El niño debe saber que no debe levantarse de forma brusca de la cama o después de haber estado sentado o tumbado durante mucho tiempo. Es importante que lo haga poco a poco para dar a su cuerpo un tiempo para que se adapte al cambio de postura.
El niño ha de evitar estar de pie durante mucho tiempo. Si no le queda más remedio (por ejemplo, haciendo una cola), es recomendable que aprenda a ejercitar los músculos de las piernas para favorecer el retorno de la sangre de las piernas hacia el corazón. Un ejercicio sencillo consiste en ponerse de puntillas y talones con ambos pies de forma alternativa.
Es recomendable que el niño descanse y duerma un número de horas suficiente durante la noche.
No debe salir de casa por la mañana sin desayunar ni permanecer durante mucho tiempo sin comer.
Salvo que el niño padezca de hipertensión arteria(un problema poco frecuente en niños), puede comer con algo más de sal y desayunar alimentos consistentes que aporten sal: embutidos, queso, tostadas con aceite y sal...
Beber agua abundante, al menos ocho vasos grandes (dos litros), durante todo el día.
Muchas enfermedades, así como la presencia de fiebre o dolor, pueden aumentar su predisposición a presentar un síncope.
El estrés psicológico, sobre todo el que en ocasiones generan las manifestaciones previas al síncope, puede agravar los síntomas.
En caso de aparición de los primeros síntomas que preceden al síncope (sensación de debilidad y mareo, visión borrosa, sudoración, náuseas…) es necesario que el niño se tumbe lo antes posible para evitar la pérdida de conciencia y la caída al suelo y respirar lenta y profundamente.
En caso de que tu hijo pierda la conciencia es conveniente elevarle las piernas y ponerle la cabeza de lado para que respire mejor. Cuando recupere la conciencia y desaparezca la sensación de malestar y debilidad puede incorporarse lentamente.
Esta información es de carácter divulgativo y no sustituye la tarea de los equipos profesionales de la salud. Si necesitas ayuda, ponte en contacto con tu profesional de referencia.
Lamentablemente, podemos encontrarnos ante un niño o bebe que haya sufrido un accidente y requiera una RCP. ¡La técnica es sencilla y puede salvar muchas vidas!
El atragantamiento en niños es una emergencia médica grave que puede ocurrir repentinamente. Se caracteriza por la obstrucción de las vías respiratorias, lo que puede llevar a asfixia. Esto suele manifestarse con dificultades respiratorias, tos y náuseas. Es más común en lactantes y niños durante el juego o las comidas, lo que hace que los cuidadores estén presentes para tomar medidas inmediatas. Se describen las maniobras de desobstrucción y la reanimación cardiopulmonar en caso de que el niño deje de responder. Además, se destacan medidas preventivas, como dar alimentos pequeños y evitar objetos peligrosos para prevenir el atragantamiento. ¿Cómo actuar cuando un niño se atraganta?