La tos ferina, una infección respiratoria prevenible
Hace un siglo, la tos ferina era una enfermedad grave, pero ahora es menos frecuente y menos grave, gracias a la vacunación. La tos ferina preocupa, sobre todo, a los lactantes pequeños que no han sido vacunados o no han recibido todavía todas las dosis de la vacuna.
La tos ferina es una enfermedad infecciosa respiratoria producida por una bacteria, la Bordetella pertussis. La tos ferina puede afectar a cualquier edad, pero la mayoría de casos los vemos en lactantes que todavía no están completamente vacunados y en adolescentes y adultos que ya han perdido el efecto de la vacuna.
La tos ferina da principalmente tos, que característicamente está en forma de accesos (“ataques de tos”). El paciente afectado puede estar tosiendo de forma repetida y rápida durante varios segundos y esto provoca que al final le acabe costando respirar. Estos ataques de tos pueden durar varias semanas. Tras el ataque de tos, en ocasiones existe un vómito o sudoración. Durante el ataque de tos el paciente a veces hace un ruido característico al coger aire, como un silbato, llamado “gallo o estridor inspiratorio”.
La tos ferina por sí sola no suele producir mucosidad nasal significativa ni fiebre alta. Sin embargo, hay que comentar que muchas veces tenemos varias infecciones respiratorias a la vez y por eso puede que el cuadro de tos ferina curse también con fiebre y mucosidad nasal.
Los bebés pequeños que tienen tos ferina pueden tener poca tos y en cambio hacer pausas respiratorias, apneas, por lo que deben ser hospitalizados, incluso a veces en una unidad de cuidados intensivos. Como se ha comentado, la tos ferina en bebés es especialmente grave y en ocasiones cursa de forma desfavorable, recibiendo el nombre de “tos ferina maligna”.
Transmisión de la tos ferina
Una persona con tos ferina puede contagiar la enfermedad desde el principio de los síntomas hasta 3 semanas después. El mecanismo de contagio es aéreo, a través de gotas de saliva contaminada que el paciente expulsa sobre todo al toser.
Las personas con mayor riesgo de contagio son aquellas que están en contacto estrecho con los enfermos, como los convivientes o los compañeros de clase. Es importante saber que una vez la persona con tos ferina realiza el tratamiento antibiótico, deja de contagiar. La persona contagiada puede tardar de 1 a 3 semanas en empezar a tener síntomas.
¿Cuándo debemos consultar en el pediatra?
Deberemos ir al pediatra si se presenta alguno de los siguientes síntomas:
Ataques de tos (toser de forma repetitiva durante varios segundos).
Falta de respiración después de la tos.
Tos con ruido al tomar aire (gallo o estridor inspiratorio).
Vómitos después del ataque de tos.
Tos y antecedente de contacto estrecho reciente con una persona diagnosticada de tos ferina.
En el caso de bebés, es especialmente importante la consulta rápida al pediatra ante la aparición de estos síntomas.
El diagnóstico de tos ferina se realiza mediante una PCR o cultivo de una muestra de moco.
La tos ferina es una enfermedad de declaración obligatoria. Los médicos deben notificarlo al Servicio de Vigilancia Epidemiológica, que decidirá las recomendaciones correspondientes en materia de prevención y control en el ámbito comunitario.
¿Cómo se puede prevenir la tos ferina?
La principal herramienta de prevención es la vacunación.
Desde julio de 2016, el calendario de vacunación vigente es vacunar de la tos ferina a las edades de 2,4 y 11 meses. La vacuna de la tos ferina está incluida en la vacuna hexavalente. Esta vacuna protege aparte de la tos ferina frente a Hepatitis B, Tétanos, Difteria, Poliomelitis y Haemophilus influenzae B.
A los 6 años se da otra dosis de refuerzo. A esta edad la vacuna de la tos ferina se administra combinada con la de la Difteria y Tétanos.
Antes de julio de 2016, la vacuna de la tos ferina se aplicaba a los 2,4,6 y 18 meses y un refuerzo a los 4-6 años.
La vacuna, aunque muy eficaz, no lo es al 100%. Sin embargo, si una persona vacunada enferma, los síntomas son mucho menos graves. La vacuna de la tos ferina tiene una protección limitada en el tiempo y conforme pasan los años, se va perdiendo inmunidad. Ésta es la razón por la que muchos brotes se inician en adolescentes o adultos, que hace años que recibieron la última dosis de la vacuna y por tanto ya no están tan protegidos.
Como hemos comentado, el principal problema de la tos ferina es cuando afecta a recién nacidos y lactantes pequeños que todavía no se han vacunado. Para evitar esto, desde hace años se vacuna a todas las embarazadas al final del embarazo (entre la semana 27 y 36 de gestación), de esta forma al vacunarse transmiten los anticuerpos a través de la placenta al feto y así cuando nacen los bebés tienen protección frente a la enfermedad. Esta medida ha permitido disminuir muchísimo la incidencia de la tos ferina en bebés.
Es necesario vacunarse en cada embarazo, independientemente de cuándo se haya recibido la última dosis de vacuna y de si se ha vacunado en un embarazo anterior.
¿Qué tratamiento hay que seguir?
Una vez se sospecha de tos ferina (incluso antes de tener el resultado definitivo de la PCR), el pediatra prescribe un tratamiento antibiótico, habitualmente azitromicina, un antibiótico que se administra una vez al día durante 3 o 5 días. Cuanto antes se inicia el tratamiento antibiótico, menos dura la enfermedad y antes deja de tener riesgo de contagiar a otras personas.
Es habitual que, ante un caso confirmado de tos ferina, el pediatra recomiende que los convivientes hagan también tratamiento preventivo con azitromicina, sobre todo si hace años que se vacunaron o son personas de riesgo.
Una persona enferma no puede ir al trabajo o escuela hasta 5 días después de haber iniciado el tratamiento con el antibiótico adecuado. Si un enfermo no toma el antibiótico, no podrá volver al trabajo escuela hasta 21 días después de haber iniciado los ataques de tos.
Esta información es de carácter divulgativo y no sustituye la tarea de los equipos profesionales de la salud. Si necesitas ayuda, ponte en contacto con tu profesional de referencia.
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