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Bronquiolitis

Madre cuidado hija con bronquiolitis

La bronquiolitis es una infección pulmonar que afecta principalmente a bebés y niños pequeños. Sus síntomas incluyen dificultad para respirar, tos y fiebre baja. El diagnóstico se basa en la evaluación clínica, y no se requieren pruebas específicas en la mayoría de los casos. El tratamiento se centra en aliviar los síntomas, ya que no existe un medicamento para eliminar el virus. Es importante buscar atención médica si el niño presenta dificultad respiratoria, fiebre alta o signos de complicaciones. Además, se deben tomar medidas de prevención para evitar la propagación del virus a otros miembros de la familia y contactar al pediatra si se sospecha bronquiolitis.

¿Qué es la bronquiolitis?

La bronquiolitis es una infección pulmonar causada por virus que producen inflamación y obstrucción de las vías respiratorias pequeñas de los pulmones, también llamadas bronquiolos.

Aunque hay diversos virus que pueden causarla, el más frecuente es el conocido como virus respiratorio sincitial (VRS).

La bronquiolitis suele afectar principalmente a lactantes y niños pequeños, menores de dos años, sobre todo durante los meses de invierno, especialmente entre diciembre y marzo.

Dibujo de un niño con bronquiolitis

¿Cuáles son sus síntomas?

Los síntomas iniciales de la bronquiolitis son los mismos que los de un resfriado común: mucosidad nasal, algo de fiebre y una ligera tos. Al cabo de dos o tres días, el niño puede tener una respiración más rápida o respirar con dificultad, con ruidos en el pecho. También tose más y tiene menos apetito.

Estos síntomas acostumbran a aumentar durante los siguientes dos o tres días. La fiebre no suele ser alta pero, si se presenta, se debe descartar otra infección asociada, como por ejemplo una otitis o una neumonía. En la mayoría de los pacientes los síntomas duran entre una y dos semanas. Pasado ese tiempo comienzan a recuperarse.

Es importante consultar con un médico si el paciente presenta dificultad para respirar, respiración rápida, cambio de coloración en la piel (palidez o cianosis, que es la piel azulada por falta de oxígeno), tos persistente, fiebre o sibilancias (sonidos agudos en el pecho, al respirar), especialmente si el paciente tiene menos de tres meses, padece otras enfermedades o si ha sido un bebé prematuro.

También es necesario buscar atención médica inmediata si el niño da la impresión de estar muy enfermo, poco reactivo a los estímulos habituales o rechaza la alimentación por completo.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico es fundamentalmente clínico. Se basa en los síntomas que presenta el niño y en la exploración física que realice el pediatra.

Generalmente, no se necesitan pruebas para confirmar el diagnóstico. En ocasiones, se puede solicitar un estudio de virus en un aspirado nasofaríngeo o frotis nasal, para valorar la posible presencia de VRS.

Pocas veces se necesita realizar otras exploraciones como una radiografía de tórax, una analítica o un sedimento de orina. En todo caso, estas pruebas las solicitará el equipo médico que lo atienda, según la sospecha de complicaciones o la afectación del estado del paciente.

¿Cuál es su tratamiento?

No existe ningún medicamento capaz de eliminar los virus que causan la bronquiolitis. Los tratamientos que se pueden ofrecer ayudan a mejorar el estado de salud del niño y sus síntomas mientras la infección sigue su curso.

En este contexto, los antibióticos no son necesarios si no hay complicaciones asociadas. El pediatra irá siguiendo la evolución de la enfermedad y comprobará si se presenta alguna complicación y, si lo considera oportuno, podrá recetar alguna medida para mejorar los síntomas.

También, y si al pediatra le parece necesario (sobre todo en bebés de menos de tres meses, prematuros, o con enfermedades asociadas), podrá sugerir el ingreso hospitalario del niño para vigilarlo y realizar los cuidados más apropiados para su estado.

En ocasiones, este ingreso en el hospital es necesario si se ha de dar un apoyo respiratorio (por ejemplo, administrar oxígeno), o alimentario (colocación de una sonda nasogástrica para alimentarse), o algún tratamiento específico (como antibióticos, en caso de infección bacteriana asociada).

¿Qué otras cosas hay que tener en cuenta?

Si el niño tiene una bronquiolitis, es mejor no forzarle para que coma. Pero hay que asegurar una buena ingesta, sobre todo de líquidos. Ante esta situación, es preferible que coma menos cantidad y de manera más frecuente. También se pueden realizar lavados nasales con suero fisiológico, sobre todo antes de las comidas, para facilitar la ingesta.

Asegurar un buen descanso también es importante, favoreciendo una posición semi-incorporada.

En caso de que tenga fiebre y esté molesto e irritable, se le puede dar un antitérmico (medicamento para bajar la temperatura del cuerpo).

El mejor tratamiento es la prevención. Por eso es muy importante que niños y adultos tengan mucho cuidado a la hora de visitar a recién nacidos. Lavarse muy bien las manos con jabón o soluciones alcohólicas antes de tocar al bebé. Además, hay que evitar por completo las visitas de niños y adultos que puedan estar enfermos.

Es importante que se tomen medidas para prevenir la propagación del virus a otros miembros de la familia. Se recomienda evitar el contacto cercano del niño enfermo con otros niños o adultos, especialmente con los que tengan un sistema inmunológico debilitado o problemas respiratorios crónicos. Se han de lavar las manos con frecuencia con agua y jabón, y evitar compartir objetos personales del niño enfermo, como pañuelos, toallas, platos y cubiertos. También es importante limpiar regularmente las superficies que puedan estar contaminadas por el virus, como las manijas de las puertas y los juguetes.

Si algún hermano tiene síntomas de infección respiratoria, es recomendable que sea evaluado por un médico para determinar si también puede tener una bronquiolitis u otra afección respiratoria.

Es recomendable informar a la escuela o guardería de que el niño padece una bronquiolitis. De esta manera, se podrán tomar medidas preventivas para evitar la propagación de la enfermedad entre sus compañeros.

¿Cuándo debo acudir a mi pediatra?

Debes acudir a tu pediatra si tu hijo:

  • Tiene dificultad para respirar adecuadamente: respira rápido, se le marcan las costillas al respirar, tiene quejido, hincha el abdomen o le suena mucho el pecho (“pitos”).
  • Está decaído y ha dejado de comer o come muy poco o vomita algunas tomas.
  • Tiene fiebre alta.
  • Hace pausas de apnea (dejar de respirar unos segundos).

Si tiene alguna enfermedad en el corazón o nació prematuro, acudir al apreciar los primeros síntomas de esta enfermedad.

Tu pediatra puede controlar a tu hijo y comprobar si tiene signos de alguna complicación y, si lo cree oportuno, recetará algún medicamento que le ayude a mejorar los síntomas mientras la infección sigue su proceso.

Si lo cree necesario, puede recomendar su derivación a un hospital para valorar si precisa vigilancia y cuidados apropiados. Si ingresa, puede que sea necesaria la utilización de medidas preventivas (bata, guantes...) para evitar nuevos contagios.

Esta información es de carácter divulgativo y no sustituye la tarea de los equipos profesionales de la salud. Si necesitas ayuda, ponte en contacto con tu profesional de referencia.
Publicación:  26/07/2023 Última modificación:  15/11/2023
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