La dislexia es un trastorno del neurodesarrollo que comporta una dificultad específica en el aprendizaje de la lectura e impacta en el resultado educacional y psicosocial del niño. Esta dificultad es inesperada, ya que aparece en un niño con una inteligencia, motivación y escolarización normal, que no presenta déficits sensoriales ni trastornos conductuales que pueden justificarla.
La dislexia es el más común de los trastornos del neurodesarrollo, afecta igual a los dos sexos y se estima que lo padecen entre un 5 y 17% de los niños y niñas en edad escolar.
Mitos y conceptos erróneos de la dislexia
Hay infinidad de tópicos sobre la dislexia, muchos de ellos basados en conceptos totalmente superados por el conocimiento neurobiológico actual.
En 2016, Ripoll y Aguado realizan una revisión bibliográfica donde exponen qué tratamientos no son eficaces para la dislexia y, por tanto, no se recomiendan utilizar fuera de situación experimental. A continuación, exponemos aquellos mitos sobre la dislexia:
Problemas de “lateralidad cruzada”: el término “lateralidad cruzada” no corresponde a ningún trastorno clínico conocido ni aceptado por la comunidad científica. Un 30% de la población presenta lateralidad cruzada, es decir, que son diestros y su ojo dominante es la izquierda, o son zurdos y su ojo dominante es el derecho. Los aprendizajes, según el conocimiento neurobiológico actual, no dependen en modo alguno de esta “lateralidad”. Ninguna de las terapias orientadas en este sentido se sustentan en una base sólida.
Problemas visuales: no existen problemas oculares que produzcan dislexia ni otras dificultades de aprendizaje. El oftalmólogo deberá descartar la presencia de una miopía, hipermetropía, estrabismo, astigmatismo... que deba ser corregido para mejorar la visión del niño para leer y escribir, pero también para sumar, dibujar y utilizar videojuegos. Con esto queremos decir que cualquier trastorno que comprometa la visión debe descartarse y corregirse si es necesario, pero no es la causa de las dificultades de aprendizaje.
Problemas de orientación espacial y de identificación derecha-izquierda: como ya se ha dicho, la base de la dislexia está en una disfunción del hemisferio cerebral izquierdo, concretamente en las áreas del lenguaje. La orientación espacial depende más del hemisferio cerebral derecho y, por tanto, no tiene una relación causal con la dislexia. Los ejercicios de orientación espacial no están indicados en las personas con dislexia.
“Excepcionalidad intelectual y/o creativa”: éste es otro tópico que no tiene base científica. Sin duda, una mayor capacidad intelectual dará a la persona con dislexia más recursos para compensar su dificultad, como ocurre para cualquier otro aprendizaje. Pero presentar dislexia no comporta automáticamente ser más creativo o inteligente que el resto de la población.
La detección precoz es esencial para diseñar programas de intervención a inicios de primaria y así contribuir al descenso del porcentaje de niños con un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura.
Si quieres saber más sobre la dislexia u otros trastornos del neurodesarrollo puedes consultar el 14º Informe FAROS.
Bibliografía
Ripoll, J. y Aguado, G. (2014). Eficacia de las intervenciones para el tratamiento de la dislexia: una revisión. Revista de Logopedia, Foniatría y Audiología, 36(2). https://doi.org/10.1016/j.rlfa.2015.11.001
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La mayoría de niños desearía no tener que hacer nunca más los deberes de la escuela, pero ya que esto difícilmente lo podrán evitar, ayudémosles a hacer los deberes con estos consejos prácticos.
Durante el primer año de vida, el niño juega explorando e interactúa con el mundo que le rodea con los cinco sentidos para comprenderlo. La mayor parte de su juego consiste en coger objetos y ponérselos en la boca, agitarlos, golpearlos o tirarlos.
Si cuando tu hijo era un bebé ya lo veías como un pequeño científico utilizando sus cinco sentidos y descubriendo el mundo que le rodea, ahora que tiene entre 1 y 3 años es verdaderamente un gran ingeniero y trata de entender cómo funcionan estos objetos.