Devoción por sus ídolos: cómo manejar el fenómeno fan entre los adolescentes
Todos en mayor o menor medida sentimos admiración por un igual, por sus peculiaridades y características. En muchos casos esa admiración se puede identificar con un tipo de conducta que en psicología se llama “idolatrar”, y hace referencia a la valoración y reconocimiento que hacemos de otra persona, pero exclusivamente centrada en sus cualidades positivas.
El personaje o la persona por la que sentimos un profundo reconocimiento porque consideramos tiene características excepcionales se denomina “ídolo”.
Conforme vamos creciendo y madurando, el concepto de “ídolo”, que no deja de ser un referente en nuestro desarrollo y una fuente de aprendizaje que influye en la construcción de nuestra personalidad, va cambiando.
Cuando somos pequeños el principal referente son nuestros padres, hermanos mayores, y sobre todo los personajes infantiles. Disney desde sus orígenes ha sido una fábrica de ídolos y de referentes para los más pequeños, causando un efecto podríamos llegar a decir hipnótico con sus audiovisuales, provocando que los más pequeños no se cansen de ver en repetidas ocasiones una misma película, deseando objetos publicitarios de determinados personajes (desde material escolar a ropa) hasta incluso proponer disfrazarse del personaje en concreto durante la época de carnaval.
La historia de la literatura, no está exenta de tratar la temática de los ídolos. La literatura de la Grecia antigua es un digno ejemplo de ello, demostrando como la conducta de la emulación ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Dicha etapa literaria además ha sido identificada por su tendencia a incluir la figura del ídolo en sus producciones. Ídolos griegos conocidos fueron casi todos identificados como mitos o divinidades, este es el caso de Hércules o Zeus.
Siguiendo con nuestro viaje literario, etapas más próximas a la actualidad también están llenas de figuras en los libros identificadas como ídolos por la población lectora de la época. Este sería el caso del fenómeno de las diferentes aventuras de “Harry Potter” o de la saga “Juego de tronos”. Publicaciones pensadas y dirigidas al público adolescente, que además de contribuir a fomentar la afición a la lectura, dibujan en el imaginario colectivo la admiración por sus personajes, convirtiéndolos en ídolos y referentes del momento.
Los medios de comunicación, desde los libros a la televisión e Internet, son en gran medida los precursores del fenómeno fan con personajes fuera del contexto cotidiano de los niños, más allá de la propia y natural admiración que sentimos de pequeños por nuestros familiares (sobre todo hermanos mayores u otros familiares con edades próximas a la nuestra).
La palabra fan proviene del término inglés “fanatic” y significa a nivel etimológico “servidor del templo, devoto”. En la época actual y para la población adolescente, los principales referentes mediáticos que generan fenómenos fan son los músicos, actores, deportistas y quizás en menor medida los personajes ficticios presentes en novelas o películas.
Así como en la infancia los ídolos suelen ser personajes animados y, por tanto, ficticios, en la adolescencia las personas veneradas son de carne y hueso, y cuanto más cercanas en edad el sentimiento de admiración suele ser más profundo. No olvidemos nunca, que dicho fenómeno lleva implícita la admiración hacia unos valores y conductas, así como modelos estéticos, que condicionan conductas de emulación entre los más jóvenes.
¿Cómo funciona a nivel biológico el fenómeno fan?
Los mecanismos cerebrales y los neurotransmisores implícitos en los mismos son los encargados del proceso que hemos identificado como “idolatrar” o “emular” presente en el fenómeno fan. La admiración que nos genera un determinado personaje bloquea los mecanismos de control e inhibición cerebral, que de una forma objetiva nos permitirían ser conscientes de hechos fehacientes, como los siguientes:
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Los ídolos también tienen cualidades que podríamos calificar cómo no positivas, y, por tanto, como cualquier otro ser humano, pueden ser también ejemplo de conductas no favorables o no recomendables.
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Algunos de los ídolos son una invención del momento social, un personaje, que desempeña un trabajo o una determinada función, y que, por tanto, lo hacen excepcional y único.
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Existen personas excepcionales, fuera de la cotidianeidad, porque han tenido la fortuna de recibir una estimulación, educación y entrenamiento que ha potenciado sus mejores cualidades. Este sería el caso, de los ídolos relacionados con el mundo deportivo.
Expertos, como sería el caso de Eduard Punset, consideran que el primer mecanismo que intervienen en el proceso de desear emular a un ídolo es la empatía. El desear ponernos en el mismo lugar, bajo la piel de la persona o personaje que admiramos. A partir de aquí, considera que las denominadas neuronas espejo entran en juego.
El fenómeno fan está cargado de sensaciones placenteras y a veces incontrolables. A nadie nos extraña imágenes ya habituales en los medios de comunicación, como son grupos de adolescentes durmiendo en las puertas de un estadio de futbol esperando ser los primeros en acceder para ocupar las primeras posiciones en un concierto. O, chicas gritando con sensación de euforia por haber conseguido el autógrafo de un cantante reconocido.
Chicos y chicas experimentan ambos estas sensaciones, aunque las chicas suelen ser más efusivas y expresivas. Dichas sensaciones, activan los mecanismos más primitivos del placer, haciendo que el cerebro libere grandes dosis de dopamina.
¿Cómo actuar como padres y educadores?
Deben enseñar y educar con base en los aspectos positivos de sentir admiración por un personaje famoso. A la vez, deben controlar cualquier tipo de conducta o impulso que no sea positiva. Es necesario que velen, como en cualquier otro aspecto educativo, por el desarrollo de su hijo y vigilando de que el fenómeno fan no les haga descuidar sus obligaciones o que contribuya al inicio de conductas negativas (iniciación a la bebida, al tabaco, consumo de drogas, interés obsesivo por tatuajes o piercings, etc.).
La comunicación con los menores es básica para su educación. Argumenta con ellos aquellas decisiones basadas en el no, fomenta su espíritu crítico y contribuye a conseguir su participación en la toma de decisiones final. La negociación es otro aspecto importante en las dinámicas de comunicación, con el fin de alcanzar acuerdos intermedios. Si supiéramos el porcentaje de padres que acompañan a menores a los conciertos de los grupos musicales más admirados y mediáticos, seguramente nos sorprenderíamos.
Asimismo, en el contexto educativo, se pueden plantear gran diversidad de actividades, con el fin de reforzar aspectos como los comentados anteriormente (comunicación, negociación, etc.). Una vez más, el entorno familiar y escolar deben trabajar alineados y cultivar habilidades que hagan que niños y adolescentes se desarrollen como adultos responsables y con una personalidad propia.
No podemos negar el fenómeno fan en la población adolescente, y su efecto e importancia en aspectos tan importantes como puede ser la aceptación social entre iguales. Todos nosotros fuimos niños y tuvimos admiración por determinados personajes… muchos de nosotros quizás aún la sigamos teniendo.
Enseña a tus hijos a admirar las cualidades de cualquier persona, no solo de personajes conocidos. Edúcale en el respecto a la diversidad y hacerle entender que incluso las personas que más venera, pueden llegar a tener atributos que no le agraden a él o su entorno.
Escrito por:
Escola de Salut SJD