¿Qué pueden hacer las familias para potenciar la empatía y la autonomía emocional?
La empatía, capacidad de situarse en la emoción que experimenta la otra persona, es un valor y una competencia que conviene educar ya que favorece el contagio emocional (que puede ser positivo o negativo).
Por ello es importante educar a los niños en autonomía emocional, clave para gestionar sus propias emociones y no depender emocionalmente de terceras personas.
¿Qué es la empatía?
Cuando Pedro vio que su hijo se había caído fue rápidamente a ayudarle. Solamente pensar que se hubiera podido hacer daño le causó un impacto emocional. Esto es una manifestación de empatía. La empatía es la capacidad de situarse en la emoción que experimenta la otra persona, sentir lo que ella siente.
La empatía no significa pensar igual o estar de acuerdo con el otro. Lo que significa es que comprendemos su estado emocional y somos capaces de ponernos en su lugar. Es comprensión, no justificación.
La empatía ha sido investigada desde distintas ciencias. Entre ellas la neurociencia. A principios de los años noventa se descubrieron de forma casual unas neuronas en el cerebro de un mono capaces de activarse tanto al ejecutar acciones como cuando observaba a alguien realizar la misma acción. Este descubrimiento se considera como el inicio de la teoría de las neuronas espejo.
Las neuronas espejo hacen posible la comprensión de los estados emocionales de otras personas, es decir, la empatía. Cuando vemos a alguien que expresa miedo, ira, tristeza, etc., comprendemos su estado emocional porque se activan nuestras neuronas espejo. Esto nos lleva a ponernos en su lugar y experimentar nosotros mismos un estado emocional similar. Si se producen deficiencias en el funcionamiento de las neuronas espejo se puede producir una incapacidad para ponerse en el lugar del otro. Y por tanto la incapacidad para experimentar empatía y compasión. La empatía tiene un fundamento neurológico. Numerosas investigaciones posteriores con neuroimagen han demostrado la existencia de sistemas de neuronas que se activan, tanto cuando se ejecuta una acción, como cuando se observa como la ejecuta otra persona. La comprensión del significado de las acciones y emociones ajenas sería la función principal de las neuronas espejo (Rizzolatti y Sinigaglia, 2006).
Tipos de empatía
Se puede distinguir entre empatía emocional y cognitiva.
La empatía emocional nos lleva a escuchar a la otra persona para comprender lo que le pasa.
La empatía cognitiva nos lleva a querer solucionar su problema.
La primera está más presente en las mujeres, mientras que la segunda es más propia de los hombres. Esto a veces puede producir malentendidos. Por ejemplo, una mujer ha tenido un percance y se lo cuenta a su pareja; lo único que necesita es ser escuchada y comprendida en su emoción. Pero el hombre casi no la escucha mientras está pensando en la mejor solución para el caso. Los dos van de buena voluntad, pero la mujer al no sentirse escuchada se puede sentir incomprendida. Y el hombre también al ver que su pareja no se preocupa por la solución.
La empatía requiere en primer lugar capacidad de escucha. Las personas a veces solamente necesitan ser escuchadas y sentirse comprendidas, no que les solucionen los problemas. Esto es particularmente importante en los niños. Muchas veces necesitan más sentirse comprendidos por sus padres en sus preocupaciones, que no ver resueltos sus problemas por ellos. La capacidad de escuchar y ponerse en la emoción del niño es muy importante. No hay que precipitarse en dar soluciones. Es preferible que el niño las encuentre por sí mismo. Pero esto resulta más fácil cuando se siente comprendido. En conclusión, es importante que los padres presten atención a las emociones de sus hijos, que les escuchen más allá de las palabras para comprender desde qué emoción nos están hablando y así poder sintonizar mejor.
Imaginemos una sala con bebés recién nacidos. Todos están tranquilos, casi durmiendo. Si de repente uno se pone a llorar, es probable que en poco tiempo otros le acompañen en el llanto. Se produce una especie de contagio emocional, que en general se procura evitar. Esto se puede atribuir a las neuronas espejo que activan la respuesta empática.
El contagio emocional automático o intencionado
El contagio emocional es un fenómeno emocional intragrupal, en el cual todo el grupo o una parte importante de él experimentan la misma emoción. El contagio emocional es la transmisión directa de una emoción de una persona a otra. Este fenómeno puede ocurrir sin la intención de provocarlo. Aunque también puede darse en situaciones intencionales. Esto implica considerar que las emociones se expanden como si de un virus se tratase. Lo cual puede suceder tanto en las relaciones interpersonales como intragrupales.
El contagio emocional es una forma de empatía colectiva. Un ejemplo de contagio emocional se da cuando alguien explica un chiste y el hecho de que uno ría o no depende de si percibe que los demás lo encuentran divertido. En caso de que estalle la risa, es muy probable que se contagie. Sobre todo cuando se ha creado previamente un clima propicio. Si el que explica el chiste es un líder carismático sus efectos tienden a ser superiores. Las investigaciones distinguen entre el contagio automático y el controlado.
En el contagio automático se produce de forma inconsciente, sin esfuerzo ni intención de provocarlo.
En el contagio controlado se provocan conscientemente, con intención y esfuerzo. La “risa de canal” es el efecto provocado por poner un fondo sonoro de risas durante la emisión de un programa televisivo de humor. La “risa de canal” tiene como objetivo inducir la risa en el espectador, como una especie de contagio emocional provocado.
Una forma de contagio emocional intencional es el que se propone producir un líder carismático: emociones basadas en el grupo que predispongan a una determinada acción. Si se trata de un líder positivo, se puede provocar un contagio emocional que predisponga a manifestarnos a favor de la igualdad de derechos; por ejemplo entre negros y blancos como es el caso de Martin Luther King. Pero si el líder es negativo se puede provocar un contagio emocional que predisponga al genocidio de los judíos, como sucedió en la Alemania nazi.
Todos podemos experimentar contagio emocional. Por otra parte, todos podemos contribuir al contagio emocional. Y lo curioso es que esto se produce, en general, de forma bastante inconsciente. El contagio emocional puede ser positivo o negativo. Si el contagio es de alegría compartida, humor, altruismo, amor, compasión, etc., bienvenido sea. Por ejemplo, en un concierto multitudinario de rock es fácil que se produzca un contagio emocional. También en un estadio de fútbol. A veces se pueden generar climas emocionales tóxicos, auténticos contagios, en los cuales nadie se atreve a opinar de forma diferente por miedo al rechazo o a ser víctima de la violencia del grupo. Entre los adolescentes, en las denominadas tribus urbanas, se producen contagios emocionales negativos que pueden inducir a comportamientos de riesgo, tales como vandalismo y violencia. Esto nos lleva a la importancia de la autonomía emocional, de la que se trata más adelante.
El contagio emocional está influido por el tipo de vínculos interpersonales y por el poder. Es más probable que nos sintamos contagiados por las emociones de personas con las cuales mantenemos unos vínculos afectivos próximos y satisfactorios, que no con personas desconocidas o con las cuales mantenemos relaciones lejanas o conflictivas.
Respecto al poder, la persona que se percibe como superior en una relación es la que tiende a contagiar a las que se perciben como inferiores. Esto se debe en parte porque se percibe que la persona superior tiene recursos para hacer que nuestras vidas sean mejores o peores. Se crea una cierta dependencia emocional entre unas personas respecto de otras. De todas formas, el contagio emocional en general es bidireccional. Una persona influye en otra y la emoción de ésta repercute en la primera. Esto sucede sobretodo en un tipo de relaciones caracterizadas por la igualdad.
Una persona se contagia solamente si está dispuesta a dejarse contagiar. Lo que pasa es que muchas veces no somos plenamente conscientes de ello y nos dejamos contagiar desde una cierta inconciencia emocional. De esto se deriva la importancia de la conciencia emocional, que es uno de los aspectos esenciales de las competencias emocionales.
La conciencia emocional: la primera competencia emocional
La empatía y el posible contagio emocional consecuente tienen una manifestación particular en el caso de enfermedad grave por parte de un miembro de la familia. En estas situaciones es lógico que se genere un clima emocional caracterizado por la tristeza, aflicción, pena, desconsuelo, pesimismo, desaliento, desgana, abatimiento, preocupación y desesperanza. Las expresiones de emociones relacionadas con la tristeza son frecuentes en las visitas a personas enfermas. La empatía y el contagio emocional dificultan experimentar otro tipo de emociones. De esta forma, el mismo enfermo se siente inmerso en una negatividad emocional que no le ayuda a sobrellevar o superar su situación.
Hace falta mucha competencia emocional para comunicar emociones positivas en tales situaciones. Sin embargo, es posible hacerlo. Lo cual no significa que sea fácil; se puede afirmar que es muy difícil. Pero tal vez sea deseable. Cuando uno está enfermo, ¿qué es preferible, que las visitas le transmitan su tristeza como manifestación de empatía o que le transmitan emociones positivas (por ejemplo humor) a pesar de todo?
Conviene dejar claro que la empatía es un valor que conviene potenciar y educar. Pero en ciertas situaciones un exceso de empatía nos puede hacer vulnerables. Es el caso de un médico de urgencias que tiene que atender a personas malheridas en un accidente. El impacto emocional que le provocan las heridas podría disminuir su eficacia profesional. Por esto es importante que la sensibilidad de la empatía no nos haga vulnerables. Hay que tener sensibilidad con invulnerabilidad.
Muchos pensarán que en caso de estar enfermos prefieren que las personas que le visiten le transmitan emociones positivas (humor, alegría). Para la tristeza “ya se bastan ellos solitos”, no necesitan ayuda de nadie, y mucho menos en estas situaciones. Pero hay que reconocer que esto es difícil. En general, si uno visita a un enfermo se siente más predispuesto a comunicar tristeza que no alegría o humor. Se necesita una competencia emocional extraordinaria para reconvertir la predisposición natural a la tristeza en estas situaciones, en contagio emocional positivo. Pero merece la pena intentarlo. Y merece la pena educar a las personas para ello.
Ejemplos excelentes de sensibilidad con invulnerabilidad son las experiencias de los payasos en los hospitales. Por ejemplo en el Hospital Sant Joan de Déu, el colectivo Pallapupas es capaz de crear contagio emocional positivo a pesar de la enfermedad y el ambiente emocional negativo que la rodea. El video "Seguiremos", de Macaco y a iniciativa de una peciente de la planta de oncología del hospital, es un ejemplo de contagio emocional positivo a pesar de la adversidad.
En el Hospital de la Vall d’Hebron, el Màgic Andreu, con su humor mágico, también reconvierte emociones negativas (tristeza) en contagio emocional positivo (humor, alegría). Estas acciones tienen por objetivo que los niños hospitalizados superen el miedo a la enfermedad y al hospital a través de experiencias de juego, ilusión y risa. Es un cambio emocional contagioso que puede influir significativamente en el desarrollo de la enfermedad.
La experiencia pionera de estos hospitales en Child Life, que es como se denomina técnicamente, debe ser mejor conocida como experiencias pioneras en contagio emocional positivo (Bisquerra, et al., 2012). En el siguiente vídeo se muestran las distintas actividades realizadas en el Hospital Sant Joan de Déu dirigidas a incentivar el contagio emocional positivo, entre ellas las realizadas por Núria Serrallonga, Child Life del hospital.
Dado que el contagio emocional es bidireccional, no solamente tenemos que pensar y decidir sobre las emociones de las cuales nos vamos a dejar contagiar y cuáles no. Sino que también tenemos que decidir sobre ¿qué emociones nos proponemos contagiar en nuestro entorno? ¿Ira, odio, ansiedad, angustia, tristeza y contribuir al malestar? ¿O más bien emociones positivas como alegría, humor, respeto, agradecimiento, bienestar?
La autonomía emocional, clave para saber gestionar las propias emociones
En el Cuaderno Faros ¿Cómo educar las emociones?La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia (Bisquerra et al., 2012) se introduce la autonomía emocional como la capacidad de no verse seriamente afectado por los estímulos del entorno; lo cual requiere de una sana autoestima, autoconfianza, percepción de autoeficacia, automotivación y responsabilidad.
Un objetivo educativo que se deriva del contagio emocional es formar personas con autonomía emocional, de tal forma que tengan competencias para dejarse contagiar de emociones adaptativas (solidaridad, amor, gratitud, alegría, etc.) y no dejarse contagiar de emociones tóxicas (ira, ansiedad, tristeza, desaliento, pánico, violencia, etc.). La palabra autonomía procede de “auto” que significa “por sí mismo” y “nomia (nomos)”, que significa normas. Autonomía es la facultad para gobernar las propias acciones, sin depender de otros. Autonomía se opone a heteronomía, que significa depender de fuerzas externas. En este sentido, la autonomía emocional es la capacidad de sentir, pensar y tomar decisiones por sí mismo. Incluye la capacidad para asumir las consecuencias que se derivan de los propios actos, esto significa responsabilidad.
Incluso la toma de conciencia de la responsabilidad sobre lo que hacemos con las propias emociones y con las emociones de los demás. La autonomía emocional es un estado afectivo caracterizado por gestionar las propias emociones, sentirse seguro sobre sus propias elecciones y objetivos. La autonomía emocional se sitúa en un punto de equilibrio equidistante entre la dependencia emocional y la desvinculación afectiva. Estaría en la zona de vinculación, pero vinculación saludable. El desarrollo de la autonomía emocional requiere de autoconocimiento, autoconciencia, autoestima, autoconfianza y actitud positiva ante la vida.
La autonoma emocional es un aspecto importante para el bienestar emocional. Cuando se tiene autonomía emocional, uno vive de acuerdo con su “teoría personal sobre las emociones” y manifiesta autoeficacia emocional en consonancia con los propios valores morales. Por ejemplo, cuando una persona injustificadamente nos ofende, insulta, provoca, etc., tenemos una predisposición para otorgarle el poder para que sea ella quien decida cual va a ser nuestro estado emocional.
Como dice un proverbio africano, “no se trata de lo que yo diga, sino de como tu respondes; si no sabes quien eres, entonces cualquiera te puede poner un nombre; y si cualquiera te puede poner un nombre, entonces responderás a cualquier cosa”. Tenemos una predisposición a responder de manera reactiva, si no vamos con mucho cuidado en la regulación emocional.
La autonomía emocional debe llevar a no permitirnos que sea la otra persona la que decida de qué humor vamos a estar; sobre todo cuando se trata de emociones negativas o destructivas. Sino que, a pesar de las ofensas, provocaciones, disgustos o tristezas, nos vamos a sentir lo suficientemente autónomos emocionalmente para decidir conscientemente la emoción que queremos experimentar (autoeficacia emocional).
Y sobre todo, vamos a ser nosotros quien decidamos conscientemente la conducta que vamos a adoptar ante la situación y ante la emoción que sentimos. Como consecuencia, no nos debemos implicar en comportamientos de riesgo o en climas emocionales tóxicos, a pesar de las presiones que nos inducen a ello. Esto es fácil de decir, pero muy difícil de lograr; sobre todo en los adolescentes. Solamente a través de formación y entrenamiento se puede hacer posible.
La dependencia emocional, una necesidad afectiva que hay que reducir a medida que crecemos
La falta de autonomía emocional puede significar dependencia emocional. Dependencia significa estar subordinado a otra persona, estar sometido a la voluntad del otro; por ejemplo depender de los padres, depender del marido, etc. La dependencia es la situación de una persona que no puede valerse por sí misma. En la infancia hay una total dependencia emocional debido a que el niño necesita del adulto para cubrir sus necesidades. A esto se le denomina apego. A medida que se llega a la adolescencia se debería ir avanzando hacia una progresiva autonomía.
Prácticamente todos los autores consideran que la génesis de la violencia de género, ejemplo de una situación de dependencia emocional, radica en la infancia: relaciones familiares insatisfactorias, pobreza afectiva, negligencia, descuido, malos tratos, etc. El resumen es que las “carencias afectivas tempranas” juegan un papel importante en la génesis de la dependencia emocional.
La persona emocionalmente dependiente necesita de los demás para construir su propia personalidad, su autoconcepto, su bienestar emocional, y por tanto para gestionar su propia felicidad. La búsqueda del otro, a veces obsesiva, o lo que se denomina “mantenimiento de la vinculación” favorece la dependencia emocional. La persona emocionalmente dependiente está a merced de las emociones de los demás.
De esto se derivan implicaciones para la práctica:
Si la dependencia emocional se caracteriza por una autoestima muy baja, una forma de prevenirla puede ser a través del desarrollo previo de la autoestima.
El desarrollo de la capacidad para estar a solas consigo mismo debería ser otra competencia a tener presente.
Un tercer aspecto sería la educación no sexista, basada en el principio de igualdad entre los sexos, encaminada al establecimiento de relaciones de pareja equilibradas, fundadas en el principio de igualdad y autonomía emocional.
En conclusión, la empatía es un valor y una competencia que conviene educar con sensibilidad. Las bases neurológicas de la empatía pueden favorecer contagios emocionales, que pueden ser positivos y adaptativos; pero también pueden transformarse en negativos y desadaptativos. Esto nos lleva a la importancia y necesidad de educar en la autonomía emocional para poder tener sensibilidad con invulnerabilidad.
Esta información es de carácter divulgativo y no sustituye la tarea de los equipos profesionales de la salud. Si necesitas ayuda, ponte en contacto con tu profesional de referencia.
Licenciado en Pedagogía y en Psicología. Experto en Educación EmocionalRafael Bisquerra
Bisquerra, Rafael (2009). Psicopedagogía de las emociones. Madrid: Síntesis.
Bisquerra, Rafael (Coord.); Punset, Eduard; Mora, Francisco; García Navarro, Esther; López-Cassà, Èlia; Pérez-González, Juan Carlos; Lantieri, Linda; Nambiar, Madhavi; Aguilera, Pilar; Segovia, Nieves; Planells, Octavi. (2012). ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia. Esplugues de Llobregat (Barcelona): Hospital Sant Joan de Déu.
Castelló Blasco, Jorge (2005). Dependencia emocional. Características y tratamiento. Madrid: Alianza.
Rizzolatti, G., y Sinigaglia, C. (2006). Las neuronas espejo. Barcelona: Paidós.
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