Del malestar emocional al trastorno mental. ¿En qué se diferencian?
Desde los últimos cinco años se ha evidenciado un crecimiento tanto del malestar emocional como de los problemas de salud mental. Si esto lo ponemos en cifras, estudios publicados en Barometro juventud, salud y bienestar (2023), informan que el 59% de los jóvenes consideran que han sufrido un problema de salud mental en el 2023 y al preguntar por malestar emocional este porcentaje incrementa hasta el 70%.
En contraposición a 2017, el 60,2% de los jóvenes refería no haber sufrido nunca un problema de salud mental. ¿Pero a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de malestar emocional y de trastorno mental?
El malestar emocional aparece cuando experimentamos emociones desagradables y que habitualmente nos referimos a ellas como negativas (tristeza, ansiedad, nervios, ira, preocupación, desmotivación...). Aunque nos hacen experimentar malestar, estas emociones son normales en nuestra vida cotidiana y no son indicativas de sufrir un problema de salud mental.
La adolescencia, es uno de los períodos del ciclo vital de mayor cambio y crecimiento. Los cambios biológicos (hormonales, maduración cerebral, pubertad), psicológicos y sociales que implica la adolescencia hace que sea uno de los períodos del ciclo vital donde mayor malestar emocional se puede llegar a experimentar. Además, el proceso madurativo cerebral que experimentan los adolescentes se produce desde las zonas traseras del cerebro hasta las frontales; estas últimas son las encargadas de inhibir conductas, de la toma de decisiones y de la regulación emocional.
Teniendo en cuenta todo esto, es por este motivo que durante la adolescencia, al ser un período de crecimiento y cambio, se experimenta mayor malestar emocional pero aparte los/las adolescentes todavía no tienen suficientes herramientas para gestionar estas experiencias emocionales.
¿Qué podemos hacer para promover la salud mental de nuestros hijos/as?
Hábitos saludables: hacer ejercicio, respetar horarios de sueño (dormir unas ocho horas), hábitos de alimentación saludables, evitar consumo de tóxicos, organizar el tiempo de trabajo (hacer deberes, estudiar para los exámenes...) para tener también tiempo de ocio.
Tener un entorno estructurado en el que los padres y madres hacemos de modelos y de guía para que los menores aprendan hábitos, valores y estrategias de regulación.
Validar sus experiencias emocionales, todas las emociones son válidas y debemos poder reconocerlas. Enseñar estrategias para regular estas emociones (relajación, distracción, buscar un espacio para calmarnos para después hablar de lo que nos ha molestado...)
Hacer sentir a nuestros hijos/as que son importantes para nosotros, fomentar sensación de pertenencia.
Fomentar que los menores sintiendo que contribuyen de algún modo en casa/escuela/comunidad, es importante que se sientan útiles.
Fomentar espacios de comunicación y realizar escucha activa.
Mostrar interés sincero por sus intereses, valores e ideologías. Acompañarles en este proceso fomentará que construyan su propia identidad y fomentará una buena autoestima.
Fomentar experiencias positivas y de éxito para incrementar creencia de autoeficacia y, por otra parte, experimentar fracaso para poder ir trabajando una mayor tolerancia a la frustración.
Planificar y fomentar actividades que los niños y niñas disfruten.
Trabajar estrategias de atención plena, es decir, centrar la atención en lo que estamos haciendo.
Hacer de modelos y guiar a los hijos/as en la toma de decisiones responsables y poder respetar las decisiones que tomen.
Entrenar habilidades de resiliencia, es decir, que sean capaces de afrontar situaciones adversas que tendrán en su vida.
Que los menores perciban que tienen una buena red de soporte social. Trabajar con ellos habilidades sociales.
Por tanto, para que nuestros hijos e hijas tengan salud mental debemos poder facilitar que experimenten tanto emociones agradables como desagradables.
Las emociones agradables, los logros, la percepción de ser capaces y de ser importantes les ayudará a construir su identidad y tener una buena autoestima. Hay que acompañarlos en momentos que experimenten sensaciones desagradables y también generar espacios donde no conseguirán sus objetivos, ya sea poniendo límites o experimentando algún fracaso, para dotarlos de herramientas para regular el malestar y que vayan entrenando en pequeñas dosis en tolerar la frustración.
¿Qué entendemos por trastorno mental?
Los trastornos mentales son una significativa alteración de las capacidades cognitivas, de regulación emocional y/o de la conducta, que implican interferencia en nuestro funcionamiento diario (casa, escuela, trabajo, ocio...).
Los trastornos mentales son multifactoriales, no existe una única causa que explique la aparición de trastorno mental, pero hay factores que se consideran de riesgo y que incrementan la probabilidad de sufrir un trastorno mental a lo largo de la vida. Algunos de estos factores de riesgo son: falta de habilidades sociales, baja autoestima, dificultad en regulación emocional, conductas de riesgo, entorno familiar no contenedor, escaso apoyo social/familiares, factores neurobiológicos (prematuridad, bajo peso al nacer, problemas durante el embarazo...), antecedentes familiares entre otros.
Por tanto, la principal diferencia entre el malestar emocional y los trastornos mentales es el grado de interferencia que nos produce en nuestra vida diaria.
Señales de alarma que mi hijo/a puede sufrir un trastorno mental:
Cambio en el estado de ánimo, ya sea en forma de tristeza, irritabilidad o enfado.
Cambios en hábitos de sueño, alimentación o peso. Estos cambios ya pueden aparecer por exceso o por defecto; es decir, habrá adolescentes que pasarán más tiempo en cama durmiendo, otros que tendrán dificultades para conciliar el sueño y dormirán menos horas; lo mismo ocurre con la alimentación.
Disminución del interés por actividades o cosas que antes le interesaban.
Retraimiento, tendencia a pasar más tiempo en casa de lo que ocurría antes; menos comunicativos; cancelar planes con sus amigos.
Presentar sólo una señal de alarma no indica que exista un problema de salud mental.
Si vuestro hijo/a durante unos días lo veis más desanimado, que está menos comunicativo demos tiempo para ver su evolución y en caso de sostenerse en el tiempo unas 2-3 semanas consultaríamos al referente del CAP. En caso de observar autolesiones, siempre consultar al pediatra/médico de cabecera.
¿Qué hacer cuando tenemos la sospecha de que nuestro hijo puede tener un trastorno mental?
Acudir al pediatra o médico de cabecera y pedir derivación a psicología o psiquiatría de su CAP.
En caso de que vuestro hijo/a se encuentre en un momento de crisis y nos preocupe su bienestar podéis acudir a urgencias donde ayudarán a hacer una contención de la desregulación emocional.
En caso de que sea necesario, informar a la escuela o instituto del momento por el que está pasando vuestro hijo/a para que desde el centro también puedan hacer un acompañamiento y realizar adaptaciones que se crean pertinentes.
En casa: ofrecer en casa un espacio seguro, con supervisión y soporte incondicional. Validar la experiencia emocional y facilitar espacios de contención. Acompañar a las visitas con profesionales de salud mental para ayudarle en el proceso de recuperación.
Por tanto, experimentar emociones desagradables, como ansiedad, tristeza, estrés no implica sufrir un trastorno mental. Es necesario que los y las menores crezcan en espacios seguros donde se les fomente el desarrollo de las habilidades protectoras comentadas anteriormente.
En caso de que el malestar emocional sea tan intenso que interfiera en las actividades diarias de los menores es cuando es necesario pedir ayuda para realizar una valoración y si es necesario realizar una intervención a nivel clínico (intervención psicológica y/o farmacológica).
Esta información es de carácter divulgativo y no sustituye la tarea de los equipos profesionales de la salud. Si necesitas ayuda, ponte en contacto con tu profesional de referencia.
Copeland, W; Shanahan, L; Costello, J; Angold, A (2009) Which Childhood and Adolescent Psychiatric Disorders predict wich Young adult disorders?. Arch Gen Psychiatry, 66 (7), 764-777.
FAROS Sant Joan de déu (2022) Neurodesarrollo cerebral: ¿Qué sucede durante la adolescència?.
Faya Barrios, M; Grael Berna, M (2020) La atención a la salud mental de la infància y adolescència en España. Un camino recorrido y un largo camino aun por recórrer. Anales de Pediatria, 94 (2021),1-3.
Siegel, D. J. (2014) Tormenta cerebral: el poder y el propósito del cerebro adolescente.
Barcelona: Alba.
Cuando los hijos empiezan a crecer y sobretodo cuando entran en la adolescencia a los padres nos empieza a preocupar que amistades eligen los hijos, si son las más adecuadas para ellos y como pueden influir éstas en su bienestar.
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