¿Cómo nos afecta la contaminación acústica?

En ciencias ambientales se puede definir ruido como sonido no deseado. Esta definición tiene la ventaja de ser simple, pero es algo incompleta en el momento de analizar los efectos del ruido y la contaminación acústica en la salud. Por tanto, entenderemos como ruido el sonido que acompaña o provoca efectos indeseados en nuestra salud. ¿Qué impacto puede tener en nuestra salud todo el tráfico que día tras día atruena nuestras calles? ¿O puede ser que, al contrario, nos acostumbremos? ¿Sufre algo más en nuestro cuerpo aparte de nuestros oídos?

¿Qué efectos tiene el ruido en nuestro cerebro?

El oído es el órgano que, junto a la vista, nos aporta más información sobre nuestro entorno. I es capaz de percibir un amplio abanico de sonidos tanto en intensidad como en frecuencia. Está formado por tres partes: oído externo (la oreja, el canal auditivo y el tímpano), el oído medio (la cadena de huesecillos) y el oído interno (la cóclea).

Los sonidos son interpretados en diferentes partes del sistema nervioso central que decide si con la información recibida ha de actuar o no, ya sea de forma consciente o inconsciente.

Los sonidos fuertes activan nuestros sistemas de alerta y nuestro cuerpo se prepara, de forma inconsciente, para responder a una amenaza: huyendo o atacando.

¿Qué ocurre cuando hay exceso de ruido en nuestro alrededor? Pues que nuestro cerebro interpreta que estos ruidos pueden suponer un riesgo y hacen que el sistema de alerta se active de forma constante. Esta sobreactivación constante del sistema de alerta pude acarrear importantes inconvenientes para nuestra salud.

¿Qué impacto tiene el ruido en nuestra salud?

• Oído. La exposición continuada al ruido excesivo, provoca un envejecimiento prematuro de la audición de hasta 10 años. En niños y adolescentes se asocia sobre todo al uso habitual de auriculares.

• Sueño. Dormir en ambientes ruidosos fracciona el sueño y priva al organismo de los beneficios de las fases más profundas (por ejemplo: bajada de la presión sanguínea, producción de serotonina y consolidación de los recuerdos o aprendizajes del día anterior). Además, una mala higiene del sueño aumenta el distrés emocional (irritabilidad o sintomatología depresiva).

• Niveles de estrés y efecto cardiovascular. Los sonidos fuertes activan el sistema nervioso autónomo aumentando la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Aunque nos acostumbremos a estos sonidos, nuestro cuerpo va a seguir produciendo adrenalina y cortisol en respuesta o por el contrario, se habituará y dejará de responder ante estos peligros.

• Efectos psicológicos del ruido. Lo que se denomina estrés ambiental al percibir sonidos o ruidos molestos. El cúmulo de estos ruidos molestos, a la larga, puede producir cefaleas, irritabilidad, agresividad, ansiedad...

• Aprendizaje. El ruido tiene la capacidad de interrumpir y distraernos de nuestra tarea. Esta distracción auditiva repetida lleva a una situación de fatiga atencional.

¿Qué podemos hacer al respecto?

En primer lugar, lo más importante: mantener la calma y luego atender a los siguientes consejos prácticos generales:

• Hablar con nuestros hijos de los riesgos del ruido.

• Informar del nivel excesivo de ruido en locales o situaciones ruidosas que incumplan la normativa.

• Evitar las zonas más ruidosas.

• No tener encendido el televisor o radio continuamente para no tener que alzar la voz al comunicarnos.

• Acostumbrarse a escuchar la televisión o música a un volumen bajo.

• Utilizar cascos de protección si se realizan actividades a más de 80 dB.

• Evitar el uso de hisopos para limpiar el conducto auditivo.

• Priorizar el uso de cascos que cubran todo el pabellón auricular ya que permiten escuchar música a niveles más bajos.

• La OMS recomienda no escuchar música con reproductores personales más de 60 minutos al día y a un máximo del 60% de la capacidad de sonido del dispositivo.

• Hacer pausas regularmente durante la exposición para que los oídos descansen. Por ejemplo, para cada 45 minutos, descansar 10 minutos.

En casa:

• Tomar medidas para evitar el eco en los domicilios con elementos que obstaculicen la propagación del sonido.

• Colocar cristales dobles en el domicilio: tanto para aislar el ruido como ahorrar energía.

• Para mejorar la calidad del sueño poner las habitaciones en la zona más tranquila de la casa.

• Priorizar electrodomésticos silenciosos, colocarlos lejos de zonas de descanso y programarlos en horarios adecuados.

Para más información, consulta el 13º Informe FAROS «El ambiente y su impacto en la salud maternoinfantil: ¿a qué nos enfrentamos?».