Las alergias alimentarias en la edad pediátrica son un problema de salud relativamente común, estimándose que aproximadamente del 6 al 8% de los niños menores de 5 años las pueden tener.
La alergia alimentaria en pediatría se produce cuando el sistema inmunitario – las defensas – del niño reaccionan de forma anómala y exagerada a un alimento que normalmente debería ser inofensivo. En el paciente con una alergia alimentaria el sistema inmunitario interpreta, erróneamente, que los componentes del alimento son una amenaza, y aparece una reacción defensiva que genera los síntomas y posibles complicaciones.
Así, al comer o, en algunos casos, simplemente al tocar o respirar el alimento, se pueden presentar síntomas como, por ejemplo, sarpullido, hinchazón, problemas para respirar, dolor de estómago o vómitos.
Las alergias alimentarias en la edad pediátrica son un problema de salud relativamente común, estimándose que aproximadamente del 6 al 8% de los niños menores de 5 años las pueden tener.
Las alergias alimentarias muestran cierta tendencia hereditaria. Así, si en una familia hay miembros que tienen alergias (no necesariamente alimentarias), existe una mayor probabilidad de que los niños de esa familia desarrollen algún tipo de alergia a alimentos.
Existen muchos alimentos que pueden causar alergias, pero los más habituales son: leche, huevos, cacahuetes, frutos secos, soja, trigo, pescado y marisco.
Debe diferenciarse entre la alergia y la intolerancia. La alergia es un proceso de base inmunológica, que tiende a aparecer de manera rápida y súbita y que se genera ya con la exposición a pequeñas cantidades de alimento. En cambio, la intolerancia es más una dificultad para digerir el alimento, donde los síntomas son menos intensos y no aparecen con la exposición a mínimas cantidades del producto.
¿Cuáles son sus síntomas?
Los síntomas de una alergia alimentaria en niños son muy variables: pueden ser leves o graves, pueden aparecer poco tiempo después de consumir el alimento o hasta unas pocas horas más tarde.
Entre los síntomas más habituales destacan:
A nivel de la piel: sarpullidos, urticaria, eczema o inflamación (especialmente importante si se produce alrededor de la cara, labios, ojos y, en casos graves, la garganta).
A nivel digestivo: dolor abdominal, náuseas o vómitos, diarrea.
A nivel respiratorio: congestión nasal, estornudos, tos o dificultad para respirar. La dificultad para respirar es otro síntoma especialmente alarmante.
A nivel general: palidez o enrojecimiento de la piel, somnolencia, malestar general o anafilaxia (que es el estado alérgico más grave y que puede ser potencialmente mortal). La anafilaxia puede incluir dificultad para respirar, bajada de tensión, aceleración del pulso, pérdida de conciencia y, en casos extremos, puede llevar al shock. Es una emergencia médica que requiere atención inmediata.
Aunque es posible que un niño muestre síntomas la primera vez que consume un alimento al que es alérgico, en muchos casos la reacción alérgica no se produce hasta que el alimento ha sido consumido en más de una ocasión.
En todo caso, la reacción de cada niño es única y muy cambiante en el tiempo.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico de las alergias alimentarias en niños es un proceso que combina su historia clínica con varias pruebas que serán prescritas por el especialista que lo atiende. Entre las pruebas más habituales están:
Prueba cutánea (prick test), donde se introduce una pequeña cantidad del alimento sospechoso en la piel del niño y se observa si aparece una roncha en ese lugar en un tiempo determinado.
Análisis de sangre, para medir niveles específicos de anticuerpos contra ciertos alimentos. Estos análisis pueden ayudar a confirmar una alergia, pero por sí solos no son definitivos.
Prueba de provocación oral. Es la prueba principal para diagnosticar alergias alimentarias. Bajo supervisión médica y en un entorno controlado, se le dan al niño pequeñas cantidades del alimento sospechoso, aumentando gradualmente la cantidad y se valora si aparecen síntomas alérgicos.
El diagnóstico de una alergia alimentaria es un proceso complejo y sólo debe ser realizado por profesionales acreditados y expertos. Están, por tanto, contraindicadas las propuestas basadas en el autodiagnóstico, en pruebas sin base científica (como muchos test de intolerancia alimentaria) o las acciones diagnósticas que no se lleven a cabo en un entorno seguro y profesional.
¿Cuál es su tratamiento?
El tratamiento de las alergias alimentarias en pediatría se centra principalmente en la prevención de la exposición al alérgeno y en el manejo de los síntomas en caso de una reacción.
Evitación del alimento alergénico: se debe educar a la familia y al niño sobre cómo evitar el alimento al que es alérgico. Esto incluye leer las etiquetas de los alimentos, vigilar cuando se come fuera de casa y estar atento a posibles contaminaciones cruzadas. También es importante enseñar a los cuidadores, profesores y otros adultos que estén en contacto con el niño sobre la alergia que padece y cómo evitar el alimento en cuestión.
Manejo de los síntomas en caso de reacción: Existen diversos fármacos que pueden ser útiles como:
Epinefrina (adrenalina), para niños con riesgo de anafilaxia. Se administra mediante un autoinyector en cuyo uso la familia y el paciente deben ser entrenados. Es aconsejable que el niño lleve uno consigo en todo momento, y que la escuela o guardería tenga uno disponible.
Antihistamínicos, que pueden ser usados para tratar síntomas leves, como el picor o la urticaria.
Desensibilización o inmunoterapia: implica dar al niño pequeñas cantidades del alimento al que es alérgico, aumentando gradualmente con el tiempo, para ayudar a su sistema inmunológico a tolerarlo.
Se ha de recordar siempre que, si se sospecha de una reacción alérgica, especialmente si es grave, se debe buscar atención médica inmediatamente. El tratamiento adecuado y oportuno puede salvar vidas.
El pronóstico de las alergias alimentarias en niños varía según el tipo de alimento al que se es alérgico y la gravedad de la alergia.
Hay situaciones que a menudo se superan con el tiempo como las alergias a la leche, el huevo, el trigo o la soja.
En cambio, las alergias a los cacahuetes o los mariscos son más propensas a ser permanentes.
Por otro lado, los niños que han tenido reacciones graves o anafilácticas a alimentos en el pasado tienen un mayor riesgo de tener reacciones graves en el futuro. Sin embargo, no todas las reacciones futuras serán necesariamente graves, y algunas pueden ser más leves.
En todo caso, debe hacerse un seguimiento cercano y experto del paciente, pues cada situación es singular y no siempre predecible.
¿Qué otras cosas hay que tener en cuenta?
En el caso de que el niño sea diagnosticado de una alergia alimentaria pueden ser útiles los consejos siguientes:
Aprender todo lo que se pueda sobre la alergia específica del niño. Cuanto más informado se esté, mejor se podrán manejar situaciones y evitar reacciones.
Revisar las etiquetas de los alimentos antes de comprarlos o darlos al niño. Las leyes de etiquetado varían según el país, pero muchos requieren que los alérgenos comunes estén claramente indicados.
Asegurarse de que la escuela o guardería estén informadas sobre la alergia del niño. Proporcionar un plan de acción para alergias, escrito por el médico, y asegurarse de que, si es oportuno, haya un autoinyector de epinefrina disponible.
Dependiendo de la edad del niño, enseñarle a reconocer y evitar el alimento al que es alérgico, a reconocer los síntomas de una reacción alérgica y a aprender qué debe hacer si le ocurre.
Llevar siempre el autoinyector de epinefrina, si el médico así lo ha aconsejado. Enseñar al niño, a medida que se haga mayor, la importancia de tenerlo siempre a mano y utilizarlo correctamente.
Ser cuidadoso al preparar alimentos para evitar que el alérgeno entre en contacto con otros alimentos. Usar utensilios separados y limpiar las superficies después de cocinar.
Asegurarse de que cualquier persona que cuide al niño conozca su alergia y sepa cómo manejar una reacción. Un brazalete o collar que indique la alergia del niño puede ser útil en caso de emergencia, especialmente si es todavía muy pequeño para comunicarse adecuadamente.
Si se sale a comer fuera de casa, llamar al restaurante o al lugar al que se vaya con anticipación para comentar las opciones seguras para el niño.
Mantener las visitas regulares con el alergólogo para reevaluar su situación y asegurarse de que se está manejando la alergia de la mejor manera posible.
Es natural sentir ansiedad o preocupación después de un diagnóstico de alergia alimentaria, pero, con educación y preparación, se puede manejar la situación y asegurarse de que el niño esté seguro y saludable.
Esta información es de carácter divulgativo y no sustituye la tarea de los equipos profesionales de la salud. Si necesitas ayuda, ponte en contacto con tu profesional de referencia.
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