Una alergia es una reacción anómala y exagerada del sistema inmunológico - las defensas del cuerpo - a sustancias que normalmente son inofensivas. Estas sustancias, llamadas alérgenos, pueden ser alimentos, medicamentos, polen, ácaros del polvo o pelos de animales, entre otros. Cuando una persona alérgica entra en contacto con un alérgeno, su sistema inmunológico lo percibe como una amenaza y responde liberando histamina y otros productos químicos que producen una inflamación.
La alergia respiratoria es un tipo de alergia que afecta principalmente al sistema respiratorio (nariz, senos nasales, garganta o pulmones). Los alérgenos respiratorios más comunes son el polen, los ácaros del polvo, los pelos de animales y los hongos. Cuando una persona alérgica respira estos alérgenos, se desencadena una respuesta inflamatoria en las vías respiratorias.
La alergia respiratoria es un problema muy habitual y su causa exacta no se conoce en su totalidad, aunque se cree que es una combinación de factores genéticos y ambientales.
Es frecuente que tengan un componente familiar y, por ello, es más fácil que un niño o una niña padezcan una alergia respiratoria si sus padres o hermanos la sufren también.
La forma clínica de alergia respiratoria del paciente se manifiesta y denomina en función de la zona del tracto respiratorio que acumula más inflamación. Las más características son:
Rinitis alérgica, cuando afecta a la nariz.
Asma, cuando la inflamación predomina sobre todo en los conductos más grandes de los pulmones (bronquios). A veces también está presente en los conductos más pequeños (bronquiolos).
También puede haber sinusitis, cuando se inflaman los senos paranasales, que son unas cavidades del cráneo localizadas alrededor de la nariz y los ojos o faringitis/laringitis según la zona de la garganta que se afecte.
¿Cuáles son sus síntomas?
Los síntomas más habituales son:
Estornudos frecuentes
Congestión nasal o nariz tapada
Picor en la nariz, garganta u ojos
Ojos llorosos y enrojecidos
Tos seca o tos que, a menudo, empeora por la noche
Dificultad para respirar o sibilancias (como silbidos en el pecho)
Fatiga o falta de energía
El tipo y la intensidad de la sintomatología depende de la predisposición personal, el tipo y la cantidad de alérgenos, factores ambientales (especialmente relacionados con la calidad del aire) o los estilos de vida del paciente.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico de la alergia respiratoria se basa en la revisión de los antecedentes familiares y personales del paciente, los síntomas que tiene y los datos de la exploración física que realiza el profesional. Además, y en función de cada caso, pueden recomendarse otras pruebas como pruebas cutáneas o análisis de sangre, para identificar los alérgenos desencadenantes del problema.
¿Cuál es su tratamiento?
El tratamiento de la alergia respiratoria debe ser personalizado y habitualmente se basa en la combinación de diversas medidas, siendo las más habituales:
Evitar los desencadenantes conocidos: si se identifican sustancias específicas que desencadenan la alergia, es importante evitar el contacto con ellas tanto como sea posible.
Medicamentos: los de uso más frecuente son los antihistamínicos, los derivados de la cortisona (por vía nasal, inhalada u oral), otros medicamentos inhalados que dilatan los bronquios (el salbutamol es el más conocido) u otros fármacos que van a permitir aliviar los síntomas o reducir la inflamación.
Inmunoterapia, popularmente conocida como "vacuna contra la alergia", que ayuda al cuerpo a desarrollar una tolerancia gradual a los alérgenos.
Es importante mantener una buena higiene del ambiente del paciente y, a veces, usar filtros de aire para reducir los alérgenos presentes en el aire y entorno.
Como cada caso es distinto, resulta fundamental mantener una buena comunicación con el equipo que atiende al niño y a su familia para ajustar el tratamiento cuando sea necesario, adquirir la capacitación y el máximo potencial de autocuidado o recibir la orientación adicional que convenga.
Se trata, pues, de un tratamiento que, a veces resulta complejo y minucioso y, por ello, debe estar prescrito por un profesional médico experto.
¿Qué otras cosas hay que tener en cuenta?
Debe sospecharse una situación grave cuando el niño tenga:
Dificultad para respirar: respiración rápida o entrecortada, sensación de opresión en el pecho o sibilancias (silbidos) audibles
Hinchazón en la cara, labios, lengua o garganta
Ronchas o habones en el cuerpo
Mareos o desmayo
Náuseas, vómitos o diarrea
Ansiedad o sensación de pánico
Afectación importante del estado general
En estos casos, el paciente debe ser trasladado al centro de urgencias más cercano.
Esta información es de carácter divulgativo y no sustituye la tarea de los equipos profesionales de la salud. Si necesitas ayuda, ponte en contacto con tu profesional de referencia.
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