Depresión en niños: información para padres y familiares
Los niños pueden comunicar o mostrar sentimientos de infelicidad, tristeza, desaliento, irritabilidad, pero la mayoría de ellos serán reactivos a un suceso externo, servirán para adaptarse a las diferentes situaciones a las que se enfrenta y el niño se recuperará progresivamente de estos estados de ánimo. Sin embargo, un pequeño porcentaje de ellos cursará con síntomas depresivos durante su infancia y/o adolescencia.
Es importante diferenciar la depresión de la tristeza. La tristeza es una emoción universal de la condición humana y tiene una función adaptativa, mientras que la depresión es una alteración grave del estado de ánimo, cualitativamente distinta de la tristeza y que requiere tratamiento específico.
Investigaciones recientes muestran que un 2% de los niños y un 4-8% de los adolescentes presentan depresión. La depresión es una patología que, a su vez, parece estar acelerando su ascenso como causa de ingreso hospitalario. Por otro lado, en el tercer Informe FAROS “Trastornos del comportamiento en la infancia y la adolescencia: ¿Qué está sucediendo?” se especifica que en niños diagnosticados con trastornos de conducta las tasas de depresión pueden situarse entre el 15% y el 31%.
La depresión en niños puede ser severa y de larga duración y puede interferir en todos los aspectos de su vida diaria, desde el rendimiento escolar hasta sus relaciones con amigos y familiares.
Síntomas de depresión en niños
Los síntomas de depresión varían según la personalidad del niño y la etapa de desarrollo en la que se encuentra.
Los síntomas principales son:
Estado de ánimo irritable o triste. Los niños suelen estar más irritables o malhumorados que tristes o abatidos.
Pérdida de interés o de placer. Pasan menos tiempo en hobbies o actividades que anteriormente les producían placer. Los padres suelen notar mayor aislamiento social o abandonos de hobbies que antes disfrutaban.
Otros síntomas habituales son los siguientes:
Cambios en el apetito, con repercusión en el peso (pérdida, ganancia o un estancamiento)
Cambios en el sueño (dificultades para dormir o sueño excesivo)
Cambios psicomotores (dificultad para estar quieto y moverse continuamente; o marcado enlentecimiento en las respuestas y movimientos)
Pensamientos de inutilidad o culpa
Fatiga, pérdida de energía
Dificultades para concentrarse (por ejemplo, se puede observar una bajada brusca del rendimiento académico, que se distrae constantemente o quejas de memoria)
Ten presente que muchos de los síntomas descritos también son característicos de otros tipos de dificultades o trastornos; no son exclusivos de la depresión. Pueden aparecer en otros trastornos psicológicos, como:
Trastorno de ansiedad: nerviosismo, inquietud psicomotriz, quejas somáticas, dificultad para dormir.
Trastornos de conducta: problemas de conducta o disciplina
Ninguno de estos síntomas, aislados o en grupo, son solamente de depresión. Si algunos de estos síntomas están presentes o tienes dudas, consulta al profesional. En caso necesario, un profesional de la salud mental (psicólogo clínico o psiquiatra) será capaz de descartar estas y otras causas.
Factores de riesgo de la depresión infantil
Temperamentales: determinados rasgos de temperamento y personalidad aumentan el riesgo de desarrollar una depresión mayor
Ambientales: como acontecimientos adversos en la infancia, especialmente cuando son múltiples y de diferentes tipos.
Genéticos y fisiológicos: los niños cuyos progenitores tienen un trastorno depresivo tienen de dos a cuatro veces mayor riesgo.
Comorbilidad: tener otro trastorno psicológico aumenta el riesgo de desarrollar una depresión o de dificultar su mejoría. Tener una enfermedad médica crónica o incapacitante también aumenta el riesgo de episodios depresivos.
Diagnóstico de la depresión en niños
El comienzo de la depresión puede ser súbito o gradual. Diagnosticarla puede ser difícil debido a que puede presentar síntomas típicos de otros trastornos, como la ansiedad o el trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
A pesar de que un niño puede presentar uno o más síntomas de depresión, generalmente se considera un trastorno depresivo mayor si se observan cinco o más de los síntomas descritos por un determinado mínimo dos semanas durante la mayor parte del día y estos causan una interferencia significativo en el día a día.
Tratamiento de la depresión en niños
Cuando los síntomas no son propios de una depresión, sino que son emociones reactivas a acontecimientos vitales, habitualmente no precisan de un tratamiento especializado. Los progenitores pueden enseñar a los niños a identificar, entender y gestionar dichas emociones. Por ejemplo, los sentimientos de fracaso e irritabilidad causados por obtener una mala nota en la escuela pueden ser una señal de la necesidad de mejorar los hábitos de estudio y de prestar más atención en la escuela. Por otro lado, también serán una oportunidad para que los niños aprendan a tolerar la frustración.
Por otro lado, cuando los síntomas de depresión son persistentes y más severos se debe buscar la ayuda de un profesional (generalmente un psicólogo clínico o un psiquiatra, aunque inicialmente se puede consultar al pediatra referente).
Los tratamientos más utilizados son:
Tratamientos psicológicos, como la terapia cognitivo-conductual, la terapia interpersonal o la terapia familiar.
Tratamientos farmacológicos.
Tratamientos combinados (fármacos y psicoterapia).
¿Cómo puedes ayudar a un niño con síntomas de depresión?
La siguiente lista de sugerencias puede ayudar a los padres con los síntomas más comunes de la depresión en niños:
Autoestima baja y tendencia a criticarse a sí mismo: elogia al niño frecuentemente con sinceridad, reforzando conductas concretas; acentúa lo positivo, de una manera comprensiva. Pon en tela de juicio las críticas del niño hacia sí mismo y señálale sus pensamientos negativos cuando ocurran, ayúdale también a integrar y aceptar sus propios errores e imperfecciones dentro de su autoconcepto.
Culpabilidad: ayuda al niño a distinguir entre los acontecimientos que él puede controlar y los que están fuera de su alcance: ayúdalo a que comience a hablar positivamente de sí mismo.
Estabilidad familiar: mantén una rutina y disminuye los cambios en asuntos familiares; coméntale acerca de los cambios con anticipación para reducir las preocupaciones.
Desesperación e impotencia: pide al niño que escriba o hable de sus sentimientos y que anote sus pensamientos placenteros de tres a cuatro veces al día, para que éstos vayan aumentando en un período de cuatro a seis semanas.
Pérdida de interés y tristeza: prepara una actividad interesante al día; planifica acontecimientos especiales; comenta temas agradables.
Apetito y problemas de peso: no lo obligues a comer; prepara sus comidas favoritas; favorece que la hora de comer sea placentera.
Dificultades para dormir: mantén un horario constante para dormir; participa junto con él en actividades relajantes como leer o escuchar música suave; termina el día con una nota positiva.
Agitación e inquietud: cambia las actividades que causan agitación; enséñale al niño técnicas de respiración y relajación; un masaje puede ayudar; estimula el ejercicio y la recreación.
Temores excesivos: reduce las situaciones que causan ansiedad e incertidumbre; apóyalo y tranquilízalo; acompáñalo a afrontar situaciones que causan miedo desproporcionado; la planificación puede reducir la incertidumbre.
Comportamiento agresivo e ira: rechaza la conducta destructiva de una manera amable pero firme; da validez a sus emociones y estimula al niño a expresar sus sentimientos de ira apropiadamente; no reacciones con ira; se consistente en sus respuestas a la conducta inadecuada.
Dificultad para pensar y para concentrarse: anima al niño a participar en juegos y actividades; trabaja con los maestros y los psicólogos escolares para promover el aprendizaje; adapta el entorno para facilitarle la concentración.
Pensamientos suicidas: estate alerta a las señales de suicidio; busca ayuda profesional inmediatamente.
Si la depresión persiste: consulta con vuestro pediatra para que valore realizar una derivación al psicólogo clínico o al psiquiatra.
Recuerda, ante cualquier signo de alarma o duda, consulta con el especialista.
Esta información es de carácter divulgativo y no sustituye la tarea de los equipos profesionales de la salud. Si necesitas ayuda, ponte en contacto con tu profesional de referencia.
La depresión forma parte de los trastornos afectivos que se caracterizan por una alteración en la capacidad de nuestro cerebro para regular las emociones.
Un nuevo estudio demuestra que el ejercicio físico también actúa como factor de protección de la salud mental y puede prevenir la aparición de trastornos como la ansiedad, la depresión o el TDAH.
En este artículo nos centramos en la chica adolescente que practica deporte y se proponen una serie de consejos para que la práctica deportiva sea lo más beneficiosa posible.
Si tu hija se queja de picores y molestias en el área vaginal, es importante que hables con su pediatra. Si padece una infección vaginal por hongos, el médico le recetará un tratamiento que le curará fácilmente la infección, aunque es bueno saber que la prevención es muy importante para evitar este tipo de infecciones.
Enseñar a los niños a ser conscientes de su respiración y respirar bien tiene muchas ventajas, entre ellas volver a estados de calma ante situaciones de activación, de nerviosismo o de enfado. ¿Quieres conocer algunas técnicas de respiración para niños?
Tímidas, inhibidas, solitarias, ansiosas, perfeccionistas, amantes de la rutina, con pasiones intensas…Estos son algunos de los calificativos que reciben las niñas con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) antes de llegar a un diagnóstico clínico.
Muy a menudo, madres y padres suelen delegar la formación deportiva de sus hijas en un club deportivo o una escuela deportiva. Es cierto que hay muchas facilidades para establecer comunicación directa y rápida con el entrenador/a y otras madres y padres por medio de un grupo creado en alguna red social. Pero esto no quiere decir que estemos fomentando la educación deportiva de calidad, sino que a veces puede ocurrir todo lo contrario.
La timidez en la infancia se presenta en menor o mayor grado en la mayoría de niños, pero para algunos de ellos puede ser una gran barrera social. ¿Ante qué síntomas debemos estar alerta? ¿Y cómo podemos ayudar a un niño a superar su timidez?