Tendencias alimentarias del 2024

Cada vez cocinamos menos e incluimos menos variedad de alimentos, muchas veces porque los substituimos por elaborados o alimentos más procesados. Además, existe una homogeneización global de la comida, en todo el mundo cada vez comemos más parecido, por lo que hemos ido perdiendo diversidad y riqueza gastronómica. Esto se debe a muchos factores, pero, de entre ellos, las tendencias juegan un papel muy importante.

Diariamente, nos llegan noticias y nuevas tendencias de productos, dietas o corrientes en torno a la alimentación, que pueden acabar confundiendo al consumidor. Es por ello por lo que hace unos años la Fundación Alícia creó un Observatorio Permanente de Tendencias (OPTAlícia), con el objetivo de conocer y estudiar aquellas que van apareciendo e influyen en qué y cómo nos alimentamos y, desde una mirada holística y transversal, las interpretamos con conocimiento y criterio para acercar algunas de ellas a la población general.

Repasamos dos de las tendencias que vienen y vale la pena conocerlas, tanto por salud de las personas como del planeta.

Una microbiota feliz

Los humanos somos contradictorios. Mientras crece el interés por las dietas low-carb (bajas en hidratos de carbono), la dieta cetogénica o las dietas ricas en proteínas, también incrementa el interés por la microbiota intestinal y sus mejores aliados como los alimentos probióticos o los alimentos ricos en fibra prebiótica, algunos de los cuales están limitados en las tres primeras dietas de moda mencionadas.

El impacto de la microbiota intestinal en la salud y su relación con la alimentación es uno de los campos emergentes y con mayor investigación y evidencia científica de los últimos años, pues se ha demostrado que lo que comemos tiene un impacto sobre ella. 

Una microbiota saludable es básica para prevenir el desarrollo de determinadas enfermedades como la diabetes, la obesidad o algunas alergias. ¿Sabías que la mejor forma de cuidar a nuestras bacterias es seguir el patrón de dieta Mediterránea? Sí, la que ya hemos explicado en varias ocasiones. 

Este patrón nos asegura tanto la fibra en general como la fibra prebiótica, la comida preferida de nuestras bacterias buenas, y también aquellos alimentos fermentados (o alimentos probióticos) como el yogur, el kéfir, los quesos, bebidas fermentadas como la kombucha o ciertas verduras encurtidas y/o fermentadas. Así que sí, es interesante seguir la tendencia microbiota friendly, sin dejar que las marcas nos engañen añadiendo las palabras microbiota, prebióticos o probióticos en este tipo de productos. Puedes encontrar más información en este artículo y también en el libro “La ciencia de la microbiota”, de la periodista científica Cristina Sáez y Fundación Alícia. 

Más proteína sostenible

El consumo de proteínas se ha disparado en todo el mundo en las últimas décadas. Hemos pasado de comer entre 61-64 gramos diarios en la década de los 60, a incrementarlo hasta 75-80 gramos al día en los 2000, según explica el dietista-nutricionista Aitor Sánchez en su libro “¿Qué pasa con la nutrición?”.

Existe una mayor evidencia y preocupación sobre la relación entre la producción de proteínas y su impacto en el cambio climático. Por eso, las recomendaciones y tendencias actuales se basan, por un lado, en reducir el consumo de carne y que esta sea de calidad y proximidad y, por otro, fomentar el consumo de la proteína vegetal. Esto ha generado un incremento de productos en el mercado y también un aumento del número de personas que siguen dietas vegetarianas y veganas, donde su fuente de proteínas se basa en las legumbres y derivados como el tofu, tempeh o soja texturizada, cereales y pseudo cereales y sus derivados como el seitán, frutos secos, semillas y algas, entre otros. 

Por este motivo y porque la gente cada vez cocina menos, muchas veces se recurre a productos miméticos a la carne hechos con ingredientes vegetales, que no significa que sean más sanos, ya que muchos de ellos también son ultraprocesados y contienen grasas no saludables, exceso de sal, azúcar y gran cantidad de aditivos. Por lo que sí, más proteína vegetal, pero provenientes de alimentos frescos y poco elaborados, y evitando ultraprocesados como hamburguesas, salchichas o bocaditos, entre otros. 

Otra fuente de proteína interesantísima por su impacto sostenible positivo, son los mejillones. Aparte de ser un alimento gastronómicamente excelente y arraigado a nuestra cocina, proviene de cultivos regenerativos que fomentan un ecosistema diverso con un impacto ecológico mínimo.  

Para seguir estas dos tendencias, te proponemos una receta de albóndigas vegetales con salsa de tomate, yogur y comino que promueve una microbiota feliz a la vez que se fomenta el consumo responsable de proteínas sostenibles y vegetales. ¡Que aproveche!